Es uno de los terroirs más extremos para hacer vinos: los vientos allí pueden ser extremos, llegando a marcar los 100 kilómetros por hora. Además, el promedio de la temperatura es 3 grados más bajo que en Valle de Uco, y está a un nivel similar que el de la región de Champagne, en Francia. Esto los obligó a instalar aspersores que se encienden cada vez que hay riesgo de helada: el agua forma una película que se congela alredor de cada grano de uva, evitando que se congele el interior.
Se trata de Sarmiento, en la provincia de Chubut, muy cerca del límite norte de la provincia de Santa Cruz. Allí, se estableció bodega Otronia, perteneciente a Grupo Avinea, propiedad del empresario Alejandro Bulgheroni, y que está conformado, además, por la principal bodega orgánica del país: Argento.
La novedad es que el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), a través de una resolución, reconoció a Sarmiento como nueva Indicación Geográfica (IG) de Argentina.
«Esta nueva IG muy importante para la Argentina y la Patagonia, pero sobre todo para Chubut y Sarmiento porque lo posiciona en el mapa vitivinícola mundial», afirmó Santiago Ribisich, gerente general de Grupo Avinea.
«Otronia es un lugar muy especial donde los vinos logran un carácter único gracias a los intensos fríos que forjan la acidez, frescura y complejidad. Estas condiciones nos inspiran para elaborar vinos que reflejen la esencia de Sarmiento», agregó Juan Pablo Murgia, gerente de Enología de Grupo Avinea.
Sarmiento es el terroir más frío de Argentina
Vinos con Indicación Geográfica: ¿por qué?
Según un informe sobre cadenas de valor del Ministerio de Hacienda, la ley de denominación de origen establece un sistema para la protección y registro de los nombres geográficos argentinos para la designación del origen de los vinos. Existen tres categorías para estos nombres:
-La indigación geográfica (IG), que se utiliza para reconocer los vinos de calidad.
-La indicación de procedencia (IP), que está reservada a los vinos de mesa o regionales.
-Y la denominación de origen controlada (DOC), que además de destacar la calidad que la zona le imprime a los vinos, establece una serie de pautas y buenas prácticas para los vinos que obtendan dicha denominación.
Así las cosas, la IG está relacionado con una calidad y con una característica del producto atribuidas fundamentalmente a su origen geográfico. Entre las IG de Mendoza figuran Paraje Altamira, Vista Flores, Agrelo, El Cepillo o Los Chacayes. Las IG son las que vienen ganando protagonismo en las etiquetas de vinos, de la mano de más bodegas que buscan destacar las cualidades de la zona y su impacto positivo en la calidad de la uva.
Juan Pablo Murgia, enólogo de Grupo Avinea
Sarmiento, un terroir único y extremo
Tras un proyecto de estudio del clima y del suelo que comenzó en 2010, Otronia actualmente posee unas 51 hectáreas con un manejo 100% orgánico, divididas en dos fincas donde hay plantadas variedades como Chardonnay, Riesling, Pinot Grigio, Pinot Blanco, Torrontés, Gewürztraminer, Pinot Noir y Malbec.
Para tener una referencia, hasta hace unos años, una bodega de Central Otago, en la parte sur de Nueva Zelanda, llamada Grasshopper Rock, había obtenido el récord del viñedo más austral del mundo, ubicándose en el paralelo 45º25’S.
Sin embargo, Otronia se ubica justo por debajo: en el paralelo 45º31’S. Es cierto: en Chile está avanzando un proyecto en el paralelo 46º32’S, en la región de Aysén, un poco más al sur todavía. Pero se trata de un proyecto experimental, desarrollado por el Instittuto de Investigaciones Agropecuarias de ese país. Lo mismo sucede con un proyecto de espumantes en Caleta Olivia, Santa Cruz, por debajo del paralelo 46º, que por el momento es una proyecto piloto.
Por lo tanto, Otronia es por ahora el proyecto de vinos comerciales más austral del mundo.
Y al recorrer los viñedos, uno de los aspectos que más llama la atención es la presencia de mallas que, en lugar de utilizarse para amortiguar los efectos del granizo, se instalaron de manera vertical, para mitigar el efecto del viento que, advierten en la bodega, nunca para de soplar.
En esa expresión, el viento, la irradiación solar (como dijimos, hay sol la mayor parte del año) y el frío, juegan un papel determinante.
«Estamos cosechando menos de 1 kilo por planta, esto quivale a menos de una botella por planta. Son rendimientos ideales para este tipo de vinos, porque no necesitamos hacer raleo», explica Juan Pablo, quien una y otra vez vuelve a hacer referencia a las condiciones climáticas únicas y excepcionales.
«El efecto del viento es clave. Por un lado, la sanidad del viñedo permite trabajar de manera orgánica, casi no hay enfermedades vinculadas con la humedad», detalla el experto, quien detalla cómo el viento extremo le da un carácter diferencial a los vinos: «La respuesta de la planta es el hollejo que generan; de hecho, la relación entre sólido y líquido es altísima, por lo cual, los rendimientos son muy bajos, pero esto es muy bueno porque los aromas y las texturas están en la piel de las uvas; la pulpa es casi lo mismo en todas las variedades: ácidos y azúcares; entonces son las pieles las que marcan la diferencia».
Y, con fríos y vientos tan extremos, el sol se vuelve un factor determinante para que puedan prosperar las vides en ese rincón de Chubut: «Hay pocas nubes a lo largo del año y tenemos tanta luminosidad que los alcoholes son impensados para esta zona de la Argentina. En un principio, nos imaginábamos con suerte alcanzar los 10 grados y la realidad es que en algunos tintos hoy llegamos a los 14, y con una acidez realmente sorprendente», se entusiasma en marcar Juan Pablo.
«Es el viñedo más frío de la Argentina. En invierno, la temperatura puede rozar los 14 grados bajo cero. Al principio teníamos dudas pero Alberto Antonini vio ese potencial. Fue una apuesta con muchos riesgos, pero sin dudas los resultados superaron nuestras expectativas, porque logramos vinos con un carácter de lugar increíble«, agrega el enólogo, que también le pone la firma a los vinos de Argento, en Mendoza.
«Estamos cosechando menos de 1 kilo por planta, esto quivale a menos de una botella por planta. Son rendimientos ideales para este tipo de vinos, porque no necesitamos hacer raleo», explica Juan Pablo, quien una y otra vez vuelve a hacer referencia a las condiciones climáticas únicas y excepcionales.
El lago Musters, cerca de los viñedos de Otronia
Suelos arcillosos: otra de las claves de Otronia
Sin embargo, es el suelo una de las grandes claves por las cuales Antonini los impulsó a explorar esta zona extrema. Es sabido: se necesita «cielo y suelo» para hacer vinos de clase mundial. Sucede que puede haber un clima ideal y una buena amplitud térmica, pero si el suelo no acompaña, la fórmula difícilmente funcione.
Y en esta parte austral de la Argentina, el rompecabezas de texturas y profunidades no para de sorprender al enólogo.
«La heterogeneidad del suelo es impresionante«, afirma Juan Pablo, quien detalla que la finca se divide en 50 bloques, en función de las cuatro diferentes texturas que encontraron y que se dan en diferentes proporciones.
«Tenemos arcillas que provienen de un lago que desapareció hace 2.000 años. Son arcillas lagunares de una calidad excepcional para hacer vinos; no hay referencias ni experiencias previas en vitivinicultura sobre este tipo de suelos», recalca. A las arcillas se suman bloques de arena, de gran profundidad; rocas fluviales, de un río que llenaba ese gran lago y rocas de origen aluvial, provenientes de una sierra cercana.
«Estamos en el paralelo 45, hacemos vinos con un manejo totalmente agroecológico y somos el proyecto más austral del mundo con este nivel de desarrollo. Pero lo más importante es que ese carácter, esa definición tan clara y tan precisa de lugar se siente en los vinos«, recalca Juan Pablo, mientras sirve en la copa una muestra de Pinot Noir de una añada próxima a embotellar.