El Mundial de Rugby llevó a los enviados especiales de Clarín al pequeño pueblo de Quéniquen, a unos kilómetros de La Baule, dónde se celebraba una fiesta anual: la fiesta de la paja.
Es un festival en el que los pobladores participan, como público o compitiendo, en una serie de pruebas poco convencionales que tienen los fardos de paja como eje. Un auténtico Tele match, en vivo y directo, sin la locución de Osvaldo Príncipi.
Si estas líneas se leen en la edición papel, no habrá demasiados problemas para comprender la referencia. Si en cambio, este artículo llega montado en una url, probablemente haya que recurrir a Google.
Divididos en equipos, un grupo de chicas debía hacer equilibrio en una hilera de fardos munidas de una herramienta -hay que imaginar unos cotonetes gigantes- para golpear al oponente y lograr que cayera. Lógicamente, la ganadora era aquella que quedaba en pie.
Donde 10 equipos participan juegos poco convencionales con fardos paja. Fotos Emmanuel Fernández/ Enviado especial –Hombres en fila, pisando tablas de madera y cordinando el paso para llegar a la meta primero; competencia de espantapájaros para los más chicos; malabares sobre más fardos, búsqueda de ¿la aguja? en el pajar; deslizamiento en pista jabonosa o carreras con obstáculos.
¿Más? Sí, fútbol con accesorios y un sinfin de pruebas inspiradas en aquel programa de la televisión alemana de los 70 que llegó enlatado a la Argentina y encendió la pantalla en los 80, los domingos o sábados a la mañana, según la programación de canal 11.
Buscando la aguja en el pajar. Fotos Emmanuel Fernández/ Enviado especial – La jornada comenzó temprano y caída la noche, con las olimpiadas culminadas, empalmó con Paille á sons, o «la paja sonora», según la traducción. Un dúo de guitarras con un popurrí clásico y una soberbia versión de Come Together, de The Beatles, que se llevó todos los aplausos.
El pueblo estuvo ahí en esa plaza, que ofrecía la cerveza de producción local y comida de diversa elaboración. El cierre, a cargo de Hop hop hop Crew, una formación de bajo, batería, bandoneón y saxos alto, tenor y barítono de música balcánica. No fue apreciado por los enviados: la vuelta fue en bicicleta y por la ruta, pero tarareando esa música pegadiza, de una tarde que pareció salida de la tele.
Fútbol raro, la pilcha es lo de menos (o fundamental). Fotos Emmanuel Fernández/ Enviado especial –