jueves, 14 noviembre, 2024
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Talleres tiene en Rubén Botta un 10 atípico pero que da gusto y lo ayudó a arrollar a Rosario Central: 4-1

“La pelota, siempre al 10”, sostiene el dicho popular. Talleres lo interpretó a la perfección y se dio un gran gusto: golear por 4-1 a Rosario Central, el último campeón de la Copa de la Liga Profesional, en Córdoba. Lo hizo, en parte, gracias al talento de su fantasista, Rubén Botta. No se trata de un 10 clásico, ese enganche que juega por detrás de los delanteros y los habilita cada vez que puede. La versión 2024 del ex futbolista Tigre, San Lorenzo y Colón, entre otros equipos, lo encuentra pegado a la banda derecha, con un mayor despliegue defensivo, pero con el talento de siempre. De sus pies, y sobre todo, de su cabeza, partieron los mejores ataques de la T, que redondeó un gran desempeño ante su gente, por la tercera fecha.

El propio Botta abrió el marcador, dejando una definición en la memoria de los hinchas, luego de una gran habilitación del colombiano Juan Portilla. La jugada contó con la colaboración de todos y terminó con una diagonal del 10, que se filtró sin que sus marcadores lo siguieran. Como en el área siempre hay tiempo, Botta amagó un taco y engañó al arquero Jorge Broun. Después, sin defensa, definió de zurda, con un tiro suave. Golazo de Talleres.

Ignacio Malcorra, el otro 10 del partido, remata al arco; Rosario Central dio batalla en el primer tiempo, pero fue claramente superado en el segundo.X

Obra coral del equipo, el tanto fue a contramano del guión del partido. Porque Talleres era hasta entonces directo, no acumulaba pases ni apelaba a la elaboración. Cambió de golpe y el factor sorpresa lo ayudó. Sin embargo, Central mudó la piel y se transformó en el equipo campeón de 2023. Ignacio Malcorra tomó la pelota y sus compañeros del medio comenzaron a buscar al 9, el argentino-mexicano Luca Martínez Dupuy. Las manos de Guido Herrera, arquero, capitán y jugador-franquicia de Talleres, salvaron al local no una sino cuatro veces. Aparecieron ante remates de larga distancia y también en un mano a mano con el 9.

Rosario, de todas formas, encontró el empate, después de un error conceptual de Botta, que se tiró al piso para marcar sin ser un experto en el arte de defender. El 10 se dio cuenta al instante de su error. Se tomó la cabeza en cuanto escuchó el pitazo de Darío Herrera, el árbitro. Maximiliano Lovera, el otro 10, estableció el 1-1 con el penal. A esa altura, en Córdoba se jugaba un partidazo.

Más aun cuando, en el mejor momento de los canallas, Juan Rodríguez –reemplazante del paraguayo Blas Riveros, lesionado– convirtió de cabeza tras un teledirigido de Botta. La conquista requirió una revisión del VAR y un cónclave en la mitad de la cancha entre el director técnico Miguel Ángel Russo, su ayudante Claudio Úbeda y el Herrera, por un presunto empujón a Facundo Mallo. La tecnología avaló la posición del goleador y el juez entendió que no había habido infracción en ataque. El marcador, entonces, pasó a ser 2-1 para el local.

Entonces, Central se desbocó. Talleres, que olió sangre, mutó en el equipo directo que pretende su entrenador, Walter Ribonetto. Herrera, el arquero, se transformó en asistidor. De un pelotazo suyo y un error de Kevin Ortiz se gestó el tercer gol de la T: Ramón Sosa le ganó en velocidad a Agustín Sández y le rompió el arco a Broun. En la celebración, el paraguayo se llevó de recuerdo un par de matas de pasto del Kempes: cayó de rodillas, rebotó bruscamente y dejó dos pozos, en una rara situación. “Este club es grande y me dio todo. Estoy con confianza y muy contento. ¿El festejo? Me asusté, pero no pasó nada”, dijo en TNT Sports tras el triunfo. Era un mazazo para Rosario, que se iba al vestuario dos goles abajo. En el desarrollo, en cambio, no estaba tan lejos.

En el segundo tiempo Talleres puso el turbo. Definió con el mejor gol de la noche, producto de la convicción de uno de sus mejores futbolistas: Matías Catalán. El defensor, que ganó casi siempre los duelos individuales, capturó la pelota en campo ajeno, miró alrededor y fue hacia adelante. Iba Carlos Quintana a marcarlo y… lo sacó de juego con un caño. Sin oposición, le quedaba el arquero. Y Catalán resolvió con un remate seco, sin miramientos.

Compacto de Talleres 4 vs. Rosario Central 1

La jugada ilustró el instinto de Talleres en el partido. Cada vez que su rival les dejó un resquicio, sus futbolistas fueron hacia adelante, verticales. Sosa se cansó de ganar por su banda, y Botta, de encontrar a sus compañeros en campo opuesto. El anfitrión bien pudo conseguir más goles –el juvenil David Romero se perdió uno en forma increíble– y la gente se entusiasmó con la actuación colectiva. Hubo aplausos a Catalán por su gol y ovación cuando tocaba la pelota.

La T, que perdió en este mercado de pases a dos piezas clave, Rodrigo Garro y Rodrigo Villagra, se reinventa gracias a su scouting. La fantasía de Botta, la velocidad de Sosa, el convencimiento de Catalán y las manos de Herrera lo ayudaron a edificar una goleada que lo ilusiona.

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