Las tradiciones gauchas y criollas no tienen una fecha exacta de nacimiento. Pueden comenzar en el punto en el que la memoria las rescate o alguien, con pasión, se dedique a contarlas. Este es el caso del libro Historias, relatos y otras yerbas, de un campo de antaño, de Emiliano Tagle, publicado por la Editorial Dunken.
Con artículos de su autoría publicados en el Rincón Gaucho de LA NACION, Tagle recrea con un conocimiento detallado un amplio abanico de temas gauchos. El libro cubre diferentes épocas y curiosidades del mundo rural: desde una feroz sequía que azotó a la región pampeana en los tiempos de la Colonia hasta una jineteada que se celebró en 1960 en el estadio de River Plate en homenaje al 150 aniversario de la Revolución de Mayo.
Como muestra de que la modernidad captó el espíritu de las tradiciones gauchas, en el libro se encuentran avisos publicitarios publicados en diarios y revistas en las últimas décadas del siglo XIX y en las primeras del XX. Así, el lector puede saber que en 1917 por 61 pesos oro podía comprar sulkys “sólidos, elegantes y baratos” en el local de Francisco Dichio & Cía, ubicado en Callao al 200, en Buenos Aires, según una pieza de Mundo Argentino. En la calle Chacabuco, “esquina Méjico” podía visitar en 1897 una exposición permanente de carruajes en Casa Cabral y elegir coupés, milords, breaks o americanas, entre otros vehículos. Y también se destacan las ofertas para los establecimientos rurales. Por ejemplo, los “molinos a viento” marca Guanaco para la ciudad y el campo que publicitaba Caras y Caretas en 1900 o el molino Aeromotor, promocionado en 1912 como “el más perfecto que se construye” y que “se aceita una sola vez al año”, vendido por la empresa Agar Cross & Co. en Buenos Aires, Rosario, Tucumán y Bahía Blanca. Ese mismo año, un aviso promocionaba un aparato langosticida e insecticida, “único que tiene válvula de seguridad y que ha vencido en un concurso oficial a sus similares”. Más cerca en el tiempo, en 1952, se publicitaban las cocinas económicas Istilart, para carbón y leña. A su vez, una publicidad con la imagen de un policía exclamaba “¡Párese, bañe sus ovejas con Pasta Johnston y duerma tranquilo, cierre la tranquera”!
Otra curiosidad de los avisos publicados en la obra de Tagle son los de la yerba mate, con algunas marcas que todavía vigente. En los anuncios se destacaban sus bondades como “yerba mate paraguaya”. Entre ellas estaba la yerba mate Macuco que en 1907 se la publicitaba en Caras y Caretas como la que obtuvo las “más altas recompensas” en exposiciones de París, Londres, Amberes y Milán.
Las historias que rescata Tagle abarcan distintos aspectos de la vida rural. Desde el origen de los juegos de bochas, los carruajes y los galpones de estancia hasta ocupaciones como el yuyero o los escribientes. Además, refleja la vida de personajes como los gauchos matreros Hormiga Negra y Martín Aquino y de extranjeros como Robert Cunninghame Graham, Tomás Gibson y el barrón Peers.
En el prólogo, el historiador Guillermo Palombo se refiere a Tagle como “espíritu culto e inquieto, viajero infatigable de aguzada pupila, frecuentador habitual de bibliotecas, archivos, museos y librerías” y sostiene que el libro le trae a la memoria “aquellos viejos libritos de Octavio Alais o algunos deliciosos cuentos de Godofredo Daireaux”.
Con ilustraciones de Nazareno González, el libro traza un mapa, acaso inabarcable, de las tradiciones rurales y gauchas.