Aún faltan horas para que concluya el segundo paro contra Javier Milei y ya hay sectores de la CGT que impulsan una tercera medida de fuerza, ahora de 36 horas.
El gastronómico Luis Barrionuevo defendió este lunes en una cumbre sindical la posición de continuar la escalada contra el Gobierno. “Son las normas y costumbres, lo dice la historia”, subrayó en referencia a que la primera huelga general contra Milei, la del 24 de enero, fue de 12 horas y la segunda, la de este jueves, es de 24 horas. Así, la próxima debería trepar a 36.
Pero la posición de Barrionuevo y la de otros actores gremiales de menor peso en la central obrera -como los gremios identificados con el kirchnerismo- no reúne, al menos por ahora, el consenso que necesitaría. ¿Los condicionará, ademas, que el nivel de adhesión a esta segunda huelga fue menos contundente de lo que esperaban?
La reunión del lunes fue en la UTA, el sindicato de los colectiveros. Además del anfitrión, Roberto Fernández, estuvieron el ferroviario Omar Maturano, Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martinez (UOCRA) y Barrionuevo.
El encuentro básicamente fue porque Fernández y Maturano se mostraban reticentes en sumarse al paro de este lunes, pero finalmente cerraron un acuerdo.
La importancia de ambos gremios es estratégica. Son los que garantizan la postal más típica de un paro general: el de las estaciones Retiro, Constitución y Once, y todos sus alrededores vacíos. Y una menor actividad en comercios, bares y restaurantes debido a que muchos de sus empleados no pudieron llegar este jueves a sus lugares de trabajo.
Un paro puede ser super total en la industria automotriz, la siderúrgica, en las obras de construcción o las fábricas, pero políticamente rinde poco. Lo que impacta son las calles semivacías. Eso buscó la central obrera peronista.
La mesa más chiquitita de la CGT, que integran, entre otros, Andrés Rodríguez, Gerardo Martínez, Armando Cavalieri, Héctor Daer y José Luis Lingeri, no piensa en volver a un esquema de paros a repetición, como los que comandó Saúl Ubaldini contra Raúl Alfonsín.
Entre esos jefes cegetistas plantean que este paro es una acción táctica y que en realidad fue la propia Casa Rosada la que los empujó a la medida de fuerza. “Pedíamos diálogo y nos pusieron un terraplén enfrente. No somos el conflicto por el conflicto”, justifica un capo de la central obrera.
“El paro es una herramienta que hay que cuidar”, completó otro dirigente de la CGT. Ese sindicalista tiene tantos paros generales sobre sus espaldas que anoche no podía precisar qué número era el de este jueves.
En la CGT sostienen que el Gobierno debería interpretar al paro como una forma de desahogo de los múltiples sectores afectados por la situación económica.
Pero en ese planteó anida algo más, la ambición secreta que tiene la central obrera de canalizar el descontento con la administración libertaria. Estudiantes, docentes universitarios, jubilados, profesionales, inquilinos, trabajadores de la cultura. En suma, la clase media, que hace décadas les da la espalda. Eso sí: queda siempre en duda quién se propone representar a los trabajadores informales, que son casi la mitad de las personas ocupadas en la Argentina. Por culpa del paro -no hubo trenes- no pudieron llegar a sus trabajos y hoy no cobrarán el día.
Se palpa algo más en la CGT. Ven una oportunidad de posicionarse de otra forma dentro del peronismo ante la crisis que atraviesa el principal partido de la oposición.
La cúpula cegetista mantiene contactos con funcionarios de primera línea del Gobierno. Gerardo Martínez, por ejemplo, estuvo esté miércoles con el ministro del Interior Guillermo Francos en un encuentro de la Organización de Estados Iberoamericanos. Este sábado volverán a cruzarse en la presentación del libro del periodista Gonzalo Asis.
Pero la CGT reclama un diálogo institucional entre el Gobierno, gremios y empresarios. Milei no da señales de querer ir por ese camino, pero en sectores gremiales entienden que no le va a quedar otra alternativa.
En la mesa chica de la central obrera sostienen que Milei no es el mismo de hace dos meses, que no hay que fijarse en lo que dice sino en lo que hace. Argumentan que las variables económicas son débiles y que la caída en la recaudación y en la actividad económica es demasiado profunda como para que el Gobierno continúe con su política de ignorarlos.
La CGT vive, por otra parte, su propia interna. Así como hay sectores que quieren evitar el conflicto -incluso dicen lamentar tener que haber llegado a este paro- hay otros que azuzan por el tercero.
Hubo versiones en las últimas semanas de que algunos gremios habían amenazado con irse de la central en caso de que no se convocase a este segundo paro general. Se menciona a La Bancaria y a Camioneros.
En la central obrera relativizan la posibilidad de fugas. Por un lado dicen que una cosa es Pablo Moyano, co secretario general de la CGT, y otra su padre Hugo. En la actualidad el jefe del clan aparece bastante alineado con los otros gremios más poderosos y lejos de las características sanguíneas de su hijo.
Observan que el que se vaya de la central no tendría destino. “¿A dónde iría? En un momento se fue la UOM de la CGT y no pasó absolutamente nada”, desdramatizan y dejan en claro que no los van a apurar desde otros sindicatos.