La semana pasada, la ultraderecha del Reino Unido salió del closet generando decenas de movilizaciones a partir del asesinato de tres niñas apuñaladas por un desequilibrado de 17 años en Southport. La tragedia fue usada por una empresaria que publicó en la red X una fake diciendo que el asesino era el musulmán Alí Al Shakati llegado en barco pidiendo asilo político y que era vigilado por el servicio secreto M16. Luego borró el posteo pero ya había tocado una fibra íntima de sus 53.000 seguidores que comenzaron a incendiar las redes y abandonaron el panóptico digital llenos de odio, para pasar a la acción antiinmigrante en ciudades de Inglaterra e Irlanda: choques con la policía y asedio a comercios de extranjeros, hoteles para refugiados y mezquitas, además de multiplicar sus campañas digitales contra políticos y ONG que ayudan a la inmigración. Algunas consignas taggeadas fueron “basta es basta” y «que vuelvan a los barcos». Después se supo que el autor del crimen nació en Inglaterra, sus padres son de origen ruandés y no es musulmán.
Elon, el cruzado
El sudafricano radicado en EE.UU. Elon Musk metió las narices desde su trono cibernético, compartiendo en su cuenta seguida por 193 millones una tapa fake verosímil del diario Telegraph, denunciando al primer ministro laborista Keir Starmer de querer enviar a los manifestantes de ultraderecha a un “campo de detención de emergencia” en islas Malvinas. A la media hora borró su posteo pero una captura de pantalla demostró que había cosechado 2 millones de vistas. También compartió un mensaje de Ashlea Simon, dirigente del grupo de ultraderecha Britain First donde ella decía “estamos siendo deportados a las Falklands”. La razón –-según el falso artículo– era que las cárceles inglesas estaban sobrepasadas.
El orgulloso Musk no se disculpó de la fake borrada y siguió posteando críticas al laborismo inglés por frenar las manifestaciones racistas y plantearse la necesidad de poner límites al odio digital basado en mentiras. Musk es un cruzado libertario y considera que cada quien puede publicar lo que se le antoje, sin importar las consecuencias. En uno de sus posteos reclamó “Apoyen la libertad de expresión en el Reino Unido”. Luego criticó a Stephen Parkinson, una especie de Defensor del pueblo, quien declaró que la policía estaba revisando las redes sociales para frenar las incitaciones al odio racial. Esto le pareció una muy mala idea a Musk y acusó a Parkinson en X de pertenecer a “The Woke Stasi”, algo así como un progresismo de tipo stalinista al estilo rumano que solo existe en su imaginación (es parecido a lo que Javier Milei llama “boluprogres”).
A partir de un video de los disturbios de la ultraderecha en Liverpool, el empresario comentó en su red que “si se juntan culturas incompatibles sin asimilarlas, el conflicto es inevitable”.
“Libertad de expresión absolutista”
Musk también ha tuiteado en apoyo a quienes atacan a los funcionarios judiciales por arrestar a personas que han publicado comentarios racistas, defendiendo su postura de una “libertad de expresión absolutista”. Para argumentarlo posteó el meme de un personaje animado atado a una silla eléctrica y comparó la escena con el castigo que enfrentarían los ingleses por publicar sus opiniones en línea en 2030.
Como buen hater, Musk eligió a Keir Starmer como enemigo clave. Desde su maniqueísmo primitivo, posteó que en tierras inglesas “la guerra civil es inevitable” y que la reacción de la policía frente a los violentos había sido “contra un solo lado”: está denunciando discriminación a los discriminadores.
Ante un posteo fake de una persona diciendo que una patrulla de “musulmanes armados” había atacado a civiles, Musk le preguntó a Starmer “¿Por qué no están protegidas todas las comunidades?” El líder laborista, inteligentemente, no le ha respondido para no darle vuelo a la provocación.
La reacción ultra de Musk es coherente consigo mismo. Desde que compró X en 2022 por 44.000 millones de dólares se lo viene acusando de aflojar las políticas de control anti fake en los posteos odiosos.
Elon Musk es un general libertario del ciberespacio. Pero los que trasladan al terreno su odio son los alfiles de la ultraderecha inglesa donde hay influencers que trabajan hace años en atizar las frustraciones personales para canalizarlas hacia chivos expiatorios. Desde sus búnkeres hogareños, esos youtubers e instagramers publican direcciones de asilos para inmigrantes y de los abogados que los defienden para organizar quemas, amenazas y escraches. También le ponen fecha y lugar a las movilizaciones y ofrecen tutoriales de bombas molotov. La Justicia inglesa intenta que X borre esos posteos.
De Telegram a X
En un principio, los racistas ingleses usaron más la red Telegram para organizar los ataques, pero la empresa comenzó a reaccionar. El canal de Telegram «Southport Wake Up» fue creado luego del asesinato de las tres niñas y creció al impulso de la indignación. Cuando ya tenía 15.000 seguidores, fue dado de baja por la empresa.
La red X no actúa de la misma manera. Antes de que Musk la comprara, las políticas contra los mensajes de odio de la entonces red Twitter había hecho migrar los canales de ultraderecha hacia Telegram. Ahora, dada la laxitud del megaempresario –una suerte de rey del fake, amigo íntimo de Donald Trump y Javier Milei– los haters fascistas están regresando de su exilio, al viejo feudo digital de X. Uno popular es Tommy Robinson, ahora rehabilitado en X: dijo que Musk es “lo mejor que le ha pasado a la libertad de expresión en este siglo”. En posteos como este, Robinson taggea a Musk quien encantado lo acepta, reimpulsando así el mensaje hacia millones. Algo parecido hace Javier Milei –a mucha menor escala– con las publicaciones del influencer profesional El Gordo Dan.
El análisis teórico
El computólogo Javier Blanco analizó este brote de racismo para Página/12: “Las redes sociales están transformado drásticamente la estructuración social y la escena intelectual, presentando desafíos inéditos y nuevas formas de conocimiento y de acción diferida. Como indica Benjamin Bratton, el mundo actual está constituido por una pila de capas digitales que habilitan una multiplicidad de operaciones. No hay que entender a estas capas como formas representacionales abstractas que reducen la realidad a meros datos, como suele denunciarse en muchas críticas. Por el contrario, constituyen una nueva forma de materialidad superpuesta a la previamente existente que habilita múltiples formas de percepción, cognición y acción, capaces de operar con una efectividad inédita en muchas capas: el odio acumulado en las redes se materializa cuando los racistas ingleses salen a la calle (no queda encerrado en la red). Los fenómenos de rápida viralización en redes sociales con sus correlatos de desinformación y de acciones políticas apuradas –frecuentemente retrógradas y violentas– son solo emergentes de una profunda transformación de las condiciones de posibilidad de lo político. Desde espacios políticos del campo popular urge asumir el desafío de entender estas mediaciones, no solo como una amenaza, sino también una enorme oportunidad evolutiva hacia nuevos marcos de acción tecnopolítica».
La proliferación de fakes que afecta de manera concreta las calles del Reino Unido remite a la votación por el Brexit donde se eligió abandonar la Unión Europea a partir de la difusión de silogismos falaces. Muchas veces la ultraderecha se nutre de la frustración de trabajadores con problemas de empleo y vivienda. En el caso del Brexit se creyó que eso traería mayor bienestar, algo que no ocurrió. Ahora se está logrando llevar a ciertas personas a creer que el origen de sus problemas no era la Unión Europea, sino los inmigrantes que se quedarían con las casas, trabajos y la seguridad social. En verdad subsanan un problema de primer orden: la tasa decreciente de natalidad en Europa.
Agustín Berti, Investigador de Conicet sobre tecnologías digitales, explicó a Página/12: «Los exabruptos de Musk en X no son novedad, pero suponen un cambio de gradación en una ofensiva contra los sistemas democráticos. Cuando aún era Twitter, tras un posteo, un usuario dio a entender que el billonario había apoyado el golpe de estado contra Evo Morales en 2019 por su interés en el litio. La contrarrespuesta de Musk fue brutal: “Le haremos golpe a quien se nos cante. Bancátela”. Esa escena característica de la lógica del escándalo y la transgresión, ha sido parte de la estrategia de construcción de personalidades en las redes sociales. Y las nuevas derechas han incorporado esto a su repertorio de estrategias comunicaciones. Pero tales declaraciones transcienden las meras operaciones de posicionamiento y han sido instrumentales para favorecer la polarización que la dinámica de foros, redes y canales de streaming despliegan. La proliferación de fake news vía WhatsApp durante la elección que coronó a Bolsonaro en 2018 son ejemplos de este tipo de apropiaciones tácticas que las nuevas derechas hacen de las tecnologías. Los disturbios en Reino Unido son el marco en el que se despliega ya una estrategia de otro orden que pone de manifiesto la necesidad urgente de encausar la dinámica tecnológica corporativa. Musk encarna una figura del nuevo tipo de emprendedurista influencer. Si antes había operadores en las sombras como Steve Bannon, ahora se dejan ver a plena luz, aprovechando la masa de seguidores para torcer el debate público. Al no acatar el pedido de las fuerzas policiales británicas de dar de baja fake news, X desafía la soberanía estatal. Cualquier interacción de Musk es amplificada por el poder de propagación digital dentro un partido desigual en el que el magnate es dueño del estadio, el referí y la pelota. Un sintagma tan breve como “guerra civil” se vuelve un arma algorítmica peligrosísima en el contexto de una articulación de los discursos digitales y las acciones directas en las calles, en la que las plataformas de internet conforman una logística paraestatal de coordinación de grupos de choque. Estamos ante un momento crítico del desafío abierto por las corporaciones a los estados».