martes, 22 octubre, 2024
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Ginés González García: una vida signada por el peronismo y la política sanitaria

Ginés González García murió este viernes a los 79 años. Sanitarista por formación, desarrollo vocacional y praxis profesional, fue siempre un defensor de la salud bajo tutela del Estado, sobre todo en lo relacionado a la atención primaria de la sociedad y a los sectores más vulnerables de ella, chicos y viejos, segmento poblacional siempre transitando en los márgenes del sistema, falencia crónica de acuerdo a las estadísticas argentinas de los últimos cincuenta años.

Aunque ya había desempeñado puestos en el área de salud en provincias como San Luis, sería una frase suya, allá por la década del 80 en la gobernación bonaerense de Antonio Cafiero, la que, podría decirse, empezaría a darle notoriedad ante la opinión pública y que llevaría como bandera de todas las administraciones que luego tendría a su cargo: “La salud es, sin lugar a dudas, un hecho público. La gestión podrá ser estatal o privada, pero la salud de la gente siempre es un hecho público y debe estar orientada y administrada por políticas públicas”, diría en tributo a la matriz del pensamiento médico de su admirado Ramón Carrillo, ministro de Salud del primer peronismo, primero en ejercer ese cargo en la Argentina.

Ginés fue uno de esos profesionales que concibió la salud no como ausencia de enfermedad, sino como parte de un ecosistema sanitario, integrado a la familia, la educación, la vivienda y el sistema hospitalario. Contrariaba, en suma, el lugar común de “basta la salud”. Era necesario el acceso a ella, tarea de los elencos gubernamentales por excelencia.

Su vida tuvo en la política y en la medicina las dos grandes avenidas por las que supo circular siempre. Caminos paralelos ambas, pero que convergieron en muchos puntos y desde allí iría construyendo su destino. Por esas paradojas del azar, las relaciones tóxicas, errores propios y algunas lealtades no correspondidas, terminaría sus días con gusto amargo. Sabor a manso enojo. Se despidió, sobre todo, con una amargura que había calado hondo en su conciencia. Un calvario que lo hizo sufrir tanto, o más, que la enfermedad que le arrebató la vida.

La política, finalmente, le había manchado su largo cursus honorum en la medicina: fue el kirchnerismo con las ingratitudes y el maltrato propios de su sistema de valores, el que lo terminaría transformando en un paria político y un chivo expiatorio de sus mafias y mandaderos, unos peores que otros. Aun con una responsabilidad imposible de desdeñar como ministro, aquel escándalo con el vacunatorio, en plena expansión del virus Covid-19, allá por febrero de 2021, permitió a un grupo de privilegiados, todos funcionarios o del entorno gubernamental en máximo grado, acceder a dosis de la vacuna Sputnik V, la única disponible entonces en el país.

Cargó con toda la responsabilidad. Todos a su alrededor, y quienes planificaron las “dosis selectivas” de las vacunas, mirarían para otro lado. El presidente, Alberto Fernández, y su entorno más íntimo, como Vilma Ibarra y Santiago Cafiero, pronto encontrarían en la segunda de Ginés en el Ministerio de Salud, Carla Vizzotti, cuyo padre era muy amigo de Ginés, la sucedánea para procurar que todo pasara al olvido lo más pronto posible.

Ginés González García en 2020, poco después de asumir como ministro de Salud de Alberto Fernández. Ginés González García en 2020, poco después de asumir como ministro de Salud de Alberto Fernández.

Ginés aceptaría ante los más íntimos, sobre todo en los días finales, que él había evaluado mal cuestiones en el desarrollo y las consecuencias devastadoras del virus y la pandemia. Que pensó que el virus no llegaría al país y, al corregirse, evaluó que no lo haría con tanta virulencia y magnitud. Después, se vería enredado en cuestiones más políticas que de orden médica y de gestión de los laboratorios. Se fue de la vida sabiendo que en eso se había equivocado. También, con la convicción de que lo “habían “abandonado políticamente”. La dos cosas fueron ciertas.

Murió en el Instituto Quirúrgico Del Callao, de la Ciudad Buenos Aires, donde estaba internado por un cáncer. Será velado a partir de las 18 en la Universidad ISALUD, ubicada en Venezuela 931. Luego descansará para siempre en San Nicolás, provincia de Buenos Aires, ese pago chico que tanto amaba, donde nació el 31 de agosto de 1945, mes y medio antes de que amaneciera el peronismo.

Ginés hizo un culto de la amistad. Tenía amigos y buenas relaciones en todos los sectores del peronismo, fuesen históricos, tradicionales o progresistas. Naturalmente, tributaba más en una corriente. Se sintió cómodo con las ideas de la renovación peronista y, sin embargo, tuvo fluidos contactos con quienes la combatían y también con el complejo universo sindical.

Hizo de sus cumpleaños, como definió alguien cercano, “una bolsa de caramelos surtidos”: había para todos los gustos. Allí no cabía la grieta. Transformó esa celebración en una generosa mesa donde se servían asados pantagruélicos y vinos de culto, otra de sus debilidades. Para debilidades, ninguna como Racing: era fanático y hasta tiempo atrás de los hinchas que sufrían las desventuras de la Academia “en cancha”, placer que a veces compartía con Néstor Kirchner.

Ginés González García, en el festejo de sus 77 años.Ginés González García, en el festejo de sus 77 años.

Fue ministro de Salud de Antonio Cafiero y Eduardo Duhalde en la administración bonaerense, saltó a la Casa Rosada con el propio Eduardo Duhalde y continuó en ese nivel con Néstor y Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Fue embajador en Chile, allí abrió las puertas de la residencia al gobierno de Sebastián Piñera y también a la izquierda opositora y no cambió esa política pese a las alternancias chilenas en el Palacio La Moneda. Se dedicó a la docencia desde el instituto y luego Universidad Isalud, bregó por la integración del sector privado al sistema, bajo tutela del Estado, como estatuto indelegable en las cuestiones de la salud. Justamente

En sus diferentes gestiones, no eludió cuestiones conflictivas, sensibles socialmente y controversiales para la opinión pública: en materia de sexualidad y natalidad, puso en práctica la distribución gratuita de preservativos y anticonceptivos en las escuelas, impulsó y logró la ley de medicamentos genéricos para abaratar el costo de los remedios, “una de las grandes alegrías de mi carrera”, confió alguna vez a quien esto escribe. Apoyó, y consiguió en 2020, la despenalización del aborto. Lo suyo no fue ideología, sino sentido de misión médica: llegó a esa conclusión con certeros estudios y estadísticas sobre la proliferación y daño de los embarazos adolescentes en los sectores más empobrecidos de la sociedad.

El final es conocido: cargó con toda la responsabilidad por la irregularidad política y ética del vacunatorio que alcanzó ribetes de escándalo en la opinión pública. Por eso sería procesado, casi como una ironía de la política, apenas hace un par de días, el 17 de octubre, el Día de la Lealtad, la mayor efeméride de los jubileos peronistas. En el universo kirchnerista, el imaginario de lealtades funciona con lógica electoral: Ginés no tenía “ni territorio ni votos”. Sus pergaminos médicos y su desempeño como ministro, hasta el caso del vacunatorio, del que nunca terminaría de arrepentirse, no serían cuestiones para valorarlo en vida.

Sin embargo, al saberse su muerte, se transformarían en las redes, desde la propia Cristina Kirchner, ya en campaña y vestida con apuro de potencial candidata, hacia abajo, en un reconocimiento tardío y celebratorio que le habían negado en vida.

Ninguna mano tendida en su momento más crítico, muchos elogios y alabanzas crepusculares en la hora del adiós. A veces es demasiado tarde para lágrimas.

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