viernes, 6 diciembre, 2024
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Horas de ira, las mil versiones sobre Diana Mondino y por qué ahora tiemblan los embajadores

Javier Milei se sobresaltó. “¿El voto se puede rectificar?”, preguntó, con cierta ingenuidad, pero en estado de ira. El Presidente no podía creer que su Gobierno hubiera votado en contra del embargo económico contra Cuba en la Asamblea General de la ONU. En el lapso de unos minutos intercambió decenas de mensajes, mientras de reojo leía el títular de la home de Clarín que adelantaba la noticia. Santiago Caputo le había enviado el artículo por WhatsApp.

—¿Esto es verdad? —le escribió Milei a Diana Mondino.

La canciller estaba reunida en su despacho con media docena de personas. Discutía con ellos la firma de un convenio con Rappi para que la empresa pueda llevar la marca de comidas y productos argentinos a su red de América latina.

—Sí, es verdad —le contestó.

—Pero, Diana, si es verdad estamos ante un problema enorme.

El diálogo se interrumpió. Mondino no parecía entender por qué, otra vez, estaba en el ojo de la tormenta de su propio gobierno. Le explicaron que el primer mandatario desconocía la decisión. ¿Podía desconocerla?

“Si no se puede rectificar el voto hay que echar a la canciller porque esto va en contra del alineamiento que tenemos con Estados Unidos e Israel”, planteó el líder libertario. Enseguida llamó a Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, para preguntarle si estaba al tanto de lo ocurrido y le ordenó que se comunicara con Mondino para pedirle la renuncia. Pero segundos antes de recibir el llamado, un colaborador de Mondino entró al despacho y le dijo: “Che, ¿qué pasó? ¿No estamos más?”.

La ministra de Relaciones Exteriores quiso contactarse con Milei y con su círculo íntimo para dar explicaciones. Mantuvo un breve diálogo con Karina Milei y algún chat con Caputo. “En el Gobierno sabían de nuestra posición, pero se lo ocultaron a Javier”, confiaban en Cancillería. Las miradas se depositaban en el secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo. Pero no solo en él. Sotelo y un grupo de diplomáticos habían debatido la cuestión largas horas. Incluso, varios de ellos, la siguieron una tardecita en un bar, cerveza de por medio.

“Y, bueno, renunciaré”, se lamentó Mondino ante un segundo llamado de Francos. ¿Pensará que le tendieron una emboscada? Es posible. Su diálogo con Milei se fue deteriorando al ritmo de la gestión. Quienes interpretan el pensamiento presidencial dicen que no hay futuro si los funcionarios desafían la autoridad de Karina. Mondino arrastraba varios cortocircuitos con la secretaria General.

El ofrecimiento del cargo a Werthein no tardó en llegar. El cambio de piezas estaba cantado. Solo faltaba una excusa. Cuba lo hizo. En el Ejecutivo despotricaban contra Mondino y la responsabilizaban por el escándalo. “¿En qué cabeza cabe que una administración de Milei pueda votar a favor de una dictadura comunista y en contra de un deseo de Estados Unidos?

La despedida de la canciller, a través de un comunicado, actuó como un bálsamo en el entorno presidencial. “Ha sido un honor…”, arranca el texto de la diplomática. Milei disfruta de la sumisión. Pero esa sumisión no es garantía de nada. Bien pueden decirlo aquellos que durante una larga etapa gozaron de su confianza y hoy pasaron a las filas de los enemigos tan solo, en algunos casos, por manifestarse en contra de una iniciativa o del estilo presidencial. Economistas y periodistas, por ejemplo.

Con Mondino afuera, el Gobierno se propone dar una discusión que considera parte de la batalla cultural contra el sistema. Discusiones que, dicen, la ministra no supo o no quiso implementar. De los autores de la “casta política”, “la casta sindical” y la “casta periodística”, entre otras, llega el momento de la pelea contra “la casta diplomática”.

“Es ahora y es con todo”, le dijo Milei a su mesa chica en las últimas horas. Será una disputa más en el laberinto de las redes y una de las primeras misiones que le dieron al nuevo canciller: que proponga un ajuste en los sueldos de los embajadores y que achique los gastos en los consulados y embajadas. ¿Cómo lo van a hacer? “Como hacemos todo. De un saque. Hay que entrar con la motosierra a la Cancillería”, confió un asesor de La Libertad Avanza.

Werthein podría impulsar el cierre de embajadas y la creación de agencias regionales para aglutinar las sedes de varios países de un mismo continente. Se piensa, por caso, en los países africanos. El Estado argentino destina miles de dólares al alquiler de casas, insignificantes en el presupuesto nacional, pero que el mileísmo quiere reducir o eliminar para presentar como parte del ajuste a la política. La masa salarial es otro ítem. Los embajadores tienen un salario que promedia, según el último registro de la Casa Rosada, unos 20 mil dólares por mes.

Claro que, a veces, las intenciones chocan con la realidad. El 21 de octubre, el Gobierno anunció la disolución de la AFIP y el despido de 3.155 empleados. El relato se preparó con dedicación. Se anunció la reducción del 15% de la dotación, que, según Presidencia, fue contratada de manera irregular por la gestión anterior. Pero la titular de la AFIP, Florencia Misrahi, y los abogados que representan al Estado se habrían topado con varias trabas legales para avanzar.

Milei considera que cualquier problema es casi irrelevante si el Gobierno se impone en la carrera contra la suba de precios. El viernes volvió a visitar de sorpresa el Ministerio de Economía, donde concentra toda su energía, para felicitar a Luis Caputo por el premio de la revista Latin Finance como mejor ministro de Finanzas de América Latina. “Es el mejor de toda la historia argentina”, le dijo. Toto y Milei se entusiasman con que octubre les dé una nueva buena noticia en términos inflacionarios: el número podría arrancar con un dos adelante. El Gobierno decretó, además, el fin de la recesión.

Cristina Kirchner les dijo esta semana a sus discípulos que, aunque descienda la inflación, el humor social se agravará en los próximos meses como consecuencia del aumento de las tarifas y del ajuste de la economía. “Ella cree que no habrá recuperación, que eventualmente habrá algunos sectores con mejoras, pero que la mayoría estará peor el año que viene”, dice un intendente que pasó por el Instituto Patria.

La resolución de la jueza María Servini dejó a Cristina como próxima presidenta del Partido Justicialista. Luego de una pelea con Ricardo Quintela, la proclamarán el martes. Antes de la foto en la sede de la calle Matheu, la jefa quiere reunirse con el gobernador de La Rioja para dejar atrás los encontronazos.

Mientras Cristina busca mostrarse amplia, los camporistas embisten contra Axel Kicillof. La venganza contra el gobernador bonaerense se prepara en un plato frío. Kicillof habría empezado a dejar atrás sus fantasías de despegarse del cristinismo, como insinuaba en diálogos con intendentes y gobernadores. El acoso contra él es permanente. Máximo es vengativo y tiene laderos que le hacen el juego.

Los planetas parecen alinearse para que La Libertad Avanza y el peronismo se elijan como rivales. Es una escenario tentador para Santiago Caputo y su equipo. “Cuando aparecen los monstruos, nosotros crecemos”, dicen. Cristina también lo fomenta. Insiste con que no habrá recuperación y que en 2025 no surgirán más opciones que el PJ para quienes quieran ponerle un freno a Milei y a “la derecha”.

Podría recrearse así un tablero electoral similar al de 2017, cuando gobernaba Juntos por el Cambio y Esteban Bullrich enfrentó a Cristina en la provincia de Buenos Aires. El PRO está hoy desdibujado. Milei ya les ofreció un acuerdo, pero condicionado a los nombres y a los lugares en las listas. Macri teme una trampa. Algo ya descubrió: la generosidad no está entre los atributos libertarios.

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