Fue el 20 de octubre de 2023 cuando al cantante Bono y a sus acólitos de U2 les dio por reventar la industria del espectáculo con una actuación antológica para presentar al mundo La Esfera de Las Vegas, el megaproyecto del dueño de Madison Square Garden, James Dolan, que asombró a la ciudad de las luces con una pantalla led de 54.000 metros cuadrados. Poco se sabía entonces sobre el sello aragonés que tenía aquella cúpula, pues un hasta entonces desconocido estudio de arquitectura, Oboria Digital, había jugado un papel preponderante en el diseño de la infraestructura.
La fama y los reconocimientos llegaron de sopetón a las sobrias oficinas de la compañía en Zaragoza, ubicadas en el antiguo estudio del fotógrafo alemán Gustavo Freudenthal., donde retrató a Albert Einstein, y con ellos llegó un aluvión de propuestas para replicar el brillo de La Esfera en medio mundo. Ocurre, sin embargo, que Oboria tiene unas dudas razonables sobre cómo afrontar ese crecimiento al que se verán obligados si quieren aceptar todas las propuestas. Eso no casa con el espíritu con el que el arquitecto zaragozano Miguel Fontgivell se lanzó en 2012 a su aventura empresarial. «Cuando comencé, el proyecto nunca tuve como objetivo el tamaño de la empresa. No me motiva. Tener rentabilidad, sí, pero lo que me mueve es la innovación. Así que el problema es que no tenemos claro qué proyectos aceptar y, en resumidas cuentas, qué hacer. Estamos en plena reflexión», revela.
Arquitectura paramétrica
Resulta complejo explicar a qué se dedican exactamente en Oboria. Lo denominan arquitectura paramétrica, algo así como unir esta disciplina con la programación y la computación. «En lugar de diseñar y dibujar nosotros, lo que hacemos es formular a través de código, algoritmos evolutivos e inteligencia artificial. Pasamos de intentar resolver problemas nosotros a que un ordenador explore billones de opciones y escoja la óptima», argumenta el fundador de la firma.
Fontgivell lo explica a base de comparaciones. El oficial del Ejército del Aire de Zaragoza Manuel Jalón Corominas le puso un palo a un mocho y patentó la fregona. El barcelonés Enric Bernat hizo lo propio con un caramelo y creó la emblemática marca Chupa-Chups. «Pues algo parecido es lo que hacemos, pero con la arquitectura y la computación. Cogimos dos cosas desarrolladas y las unimos«, detalla. En realidad, algunos arquitectos como Zaha Hadid y Frank Gehry ya habían trabajado con esta combinación, pero siempre orientada al espectáculo. «Nosotros lo utilizamos para buscar la supereficiencia y eso, en proyecto de cientos de millones de euros, supone un vector importante de la inversión», señala el zaragozano.
La historia de éxito de esta pequeña empresa zaragozana, que tiene hoy 22 trabajadores y factura en torno a un millón de euros con una alta rentabilidad (unos 110.000 euros por empleado en la división de Oboria, donde tienen nueve especialistas), se remonta a los años en los que su fundador, Miguel Fontgivell, trabajaba como arquitecto para Zaragoza Vivienda -la sociedad pública municipal encargada de la promoción inmobiliaria pública- en proyectos de de VPO. Por aquel entonces, un conocido contactó con él para trabajar en una de las primeras intentonas de recuperar el Pabellón Puente de la Expo, por entonces sin uso, lo que le llevó a participar en un proyecto en Londres. Lanzó así una aventura empresarial, Vubari Global, que terminó siendo la semilla de la constitución de la filial española de la multinacional canadiense Saco Technologies.
Punto de inflexión
Fue con el proyecto de La Esfera de Madison Square Garden, que el promotor adjudicó a Saco, cuando todo comenzó a cambiar. Era 2017 y esa inmensa pantalla, como dos campos de fútbol, empezaba a idearse. Durante cinco años se generaron más de 15.000 planos, se diseñaron varios miles de variantes en las luminarias que, al ensamblarse, conforman las pantallas del edificio esférico más grande del planeta.
En la compañía tomaron la resolución de vender la unidad de diseño de Vubari, lo que facilitó una nueva división: Oboria Digital. Fue a raíz de esta especialización, basada en la arquitectura apoyada en algoritmos y la IA, el modo de allanar nuevos proyectos, una cartera que contempla las fachadas digitales del Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo con 828 metros, en Dubái, del Hard Rock Hotel, en Florida; del estadio de Los Angeles Rams, y de la sede de la bolsa de valores de Arabia Saudí (Tadawul).
¿Y qué hay de los proyectos en España? «La práctica totalidad de la carga de trabajo nos viene de fuera, ya que no hay muchas iniciativas de este tipo aquí porque no es una cosa muy implantada. Siempre hemos trabajado por referencias -un cliente nos pone en contacto con otro y damos el salto-, así que toda la evolución es orgánica. Es como el boca a boca de un comercio pequeño, pero que nos ha llevado a proyectos como La Esfera», relata.
Sin embargo, Oboria están a punto de anunciar su primera trabajo en el país, seguramente a mediados del año que viene. El secreto está guardado bajo llave, aunque todo apunta a que no será el único. La sociedad pública Expo Zaragoza Empresarial le ha adjudicado recientemente un pequeño contrato para diseñar «una iluminación espectacular» para la resurrección de la Torre del Agua, el edificio que ideó el arquitecto vallisoletano Enrique de Teresa. Presentarán su propuesta en las próximas semanas al Gobierno de Aragón, que deberá analizar si es viable y acorde a las expectativas para convertir la emblemática gota de Zaragoza en un «faro de la logística».
Aunque no pueden detallar en qué andan metidos, dada la magnitud de las iniciativas, desde la compañía sí destacan la fiebre de estos edificios espectaculares. Una nueva Esfera se proyecta en Abu Dabi y en Oboria quieren estar en el proyecto. Lo mismo ocurre con Arabia Saudí, que organizará las citas futbolísticas de la Copa de Asia en 2027 y el Mundial de 2034, así como una exposición internacional en 2030.
Todo ello forma parte del futuro a corto plazo que idean en la compañía, un abanico de posibilidades que aún no saben cómo atajar. «Estamos en un periodo de reflexión», insiste el fundador, invocando ese espíritu innovador que les ha llevado por todo el mundo. «Oboria debería doblar su tamaño para asumir todos los proyectos, pero no quiero los problemas de una firma que factura 10 millones. Quiero seguridad, sostenibilidad y pasármelo bien con mi equipo, que el grupo de WhatsApp eche humo porque hay gente de Zaragoza presumiendo de que sus proyectos están por todo el mundo», asegura.