jueves, 2 enero, 2025
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Jorge Lanata es velado en la Casa de la Cultura con familiares, allegados y seguidores

La Casa de la Cultura porteña, en plena avenida de Mayo, se convierte en el escenario de la despedida a Jorge Lanata. Afuera, una fila empieza a formarse. Una señora con los brazos cruzados mira a un policía y le pregunta: “¿Cuándo llega?”. La espera es larga, pero nadie se mueve. Entre susurros y conversaciones, el ambiente es de expectativa.

Las hijas de Lanata, Lola y Bárbara, llegan primero. Caminan con rapidez y gestos serios hacia el interior del edificio. Unos minutos después, un auto estaciona frente a la entrada: Elba, su pareja, desciende sin mirar hacia los costados. Mientras tanto, tres señoras sentadas en un banco cercano, miran hacia la esquina, atentas a cada movimiento.

En la Casa de la Cultura, familiares y amigos se acercan a despedir a Jorge Lanata. Enrique García Medina

Con el paso de los minutos, más personas se suman a la fila. Entre ellas, una mujer mayor rompe en llanto y dice a LA NACION: “Lanata fue un gran periodista”. Su voz resuena en el silencio de la noche, y varios asienten en señal de acuerdo. Los recuerdos se entrecruzan entre los presentes: algunos evocan sus programas más emblemáticos, otros sus columnas y entrevistas.

En medio de la vigilia, los periodistas se mueven con cautela, conscientes de las restricciones de acceso al interior del recinto. Cada auto que se acerca genera un revuelo: cámaras y flashes se preparan para capturar el momento, pero no es el coche fúnebre.

Muchas personas se acercan a la Casa de la Cultura a despedir a Jorge LanataEnrique García Medina

El edificio La Prensa, un símbolo del periodismo argentino, parece el lugar perfecto para despedir a una figura como Lanata. Las conversaciones en la fila giran en torno a su impacto en el país. “Era irreverente, único”, comenta un hombre mientras sostiene un ejemplar de Página/12 de los primeros años del diario. Otro rememora los informes de Periodismo Para Todos, mientras una mujer recuerda los primeros años de su carrera.

Eduardo Feinmann y Dolores Mitre llegan a la Casa de la CulturaGerardo Viercovich

Aunque el coche fúnebre aún no llega, los familiares y amigos ya están adentro. Afuera, el ambiente es solemne. La fila no deja de crecer, y las caras de los presentes reflejan tanto admiración como tristeza.

El tiempo pasa, pero nadie se retira. Todos quieren estar presentes para cuando llegue el cuerpo de Lanata. Algunos miran sus relojes, otros conversan en voz baja. “Es un momento histórico”, dice un joven que graba con su teléfono, intentando captar cada detalle del ambiente.

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