La anual fue adoptada por Alemania en 1924; reconocida en 1936 por la Organización Internacional del Trabajo como derecho al descanso pago; aceptada en Argentina para el rubro comercial en 1939, establecida por decreto en 1945 “para todos los trabajadores”, e incorporada en la Constitución Nacional en 1949. Para la época, los científicos argentinos ‒aún no institucionalizados‒ no gozaron del merecido descanso remunerado.
Hoy, transcurrido un cuarto del siglo 21 y un año de Gobierno mileísta, muchos científicos sufren “vacaciones forzadas”. Porque su ingreso admitido al sistema de ciencia y tecnología (CyT) lleva meses de atraso; o porque un subsidio aprobado para sus trabajos se perdió; o porque su institución fue (o está por ser) declarada “prescindible”; o porque su salario no deja de caer; o por un burnout resultante de todo lo anterior.
La sociedad debe conocer lo que sucede en Educación y en CyT, además de la desaparición de 120 mil puestos de trabajo privado.
En Educación, desde 2015, la pérdida de poder adquisitivo del salario la encabeza el sector público, con el 50%. El sueldo del docente, investigador y becario universitario cayó el 33% y los del Conicet, el 23%, iniciando la cuarta “fuga de cerebros” y otro “cientificidio”.
En CyT, a los sueldos destruidos se suman el recorte de fondos y el bloqueo de proyectos, en muchos casos, imposibles de revertir. En medios argentinos y muchos extranjeros, las palabras asociadas a esta situación son: “horror”, “deterioro”, “catástrofe”, “desastre” y “agonía”. Vale recordar que más del 80% de la investigación científica, dependiente o no del Conicet, se realiza en universidades públicas.
El frágil camino de las ciencias
La sociedad debe saber que la investigación es diferente a un automóvil, que se puede detener al girar una llave y vuelve a arrancar al accionarla para seguir el viaje. En ciencias, el bloqueo de un proyecto en marcha significa que ya no se podrá arrancar o que tardará años recuperar el tiempo perdido. Esto sucedió en el país durante las dictaduras (1955, 1966, 1976) o en el neoliberalismo democrático (1989-1999, 2015-2019), hasta el actual anarcolibertarianismo.
La sociedad también debe saber que el desarrollo científico-tecnológico de cualquier país se sustenta sobre dos bases: ideas claras planificadas y financiación. Ambas necesarias, ninguna alcanza por sí misma para generar conocimiento. En 2024, se debía llegar a invertir el 0,39% del producto interno bruto (PIB), con proyección al 1% del PIB en 2030 (Ley 27.614). Pero la inversión real en CyT cayó al 0,2 % del PIB, como consecuencia de la motosierra.
Valga recordar que Israel, la fascinación de Javier Milei, invierte el 4% de su PIB en CyT. En cambio, Milei confiscó decenas de millones de dólares para CyT, provenientes del BID y del Banco Mundial, “para destinarlos a mejores fines”.
Desde 2015, el financiamiento de CyT cayó el 43% en términos reales, la mayor retracción desde 1972. La caída del presupuesto del Conicet es del 21%, del ex-Mincyt el 41%, de la Cnea el 29%, del Inta el 24%, de la Conae el 17%, de la Agencia I+D+I el 71%, del Programa de Universidades Nacionales el 73% y de la Secretaría de Innovación CyT el 92%. Hasta hoy, se han perdido más de tres mil puestos de trabajo en organismos de CyT.
El desguace de muchos proyectos y desarrollos científicos originados en el sector público, o su enajenación a corporaciones multinacionales, ya fue tema de anteriores notas de opinión. Pero no será redundante citar aspectos puntuales que son sólo “botones de muestra” de la actual CyT vernácula.
En diciembre, Milei presentó el Plan Nuclear Argentino, como una “necesidad para proveer energía a un futuro núcleo mundial de inteligencia artificial”. Vale conocer qué realidades pisoteó este “plan”:
En Argentina, se desarrollan proyectos nucleares desde hace 70 años, con altibajos propios del trayecto democrático-autoritario-neoliberal. Fueron los reactores nucleares modulares para aplicaciones médicas y de electrificación, entre otras. Y fueron competitivos, se patentaron, ganaron licitaciones internacionales y fueron vendidos a varios países. Hoy, esos desarrollos con tecnología vernácula y sus empresas productoras yacen en un ataúd, son vendidos a precio vil o regalados al interés extranjero.
En época paralela, la trayectoria se observa en el desarrollo y la puesta en órbitas propias de satélites de comunicaciones, así como de sus vehículos propulsores (Cóndor II, Tronador I, II y III). Producciones bloqueadas por los mencionados altibajos, siempre ligados a las demandas de “seguridad nacional” de EE. UU.
No sería difícil al lector averiguar dónde fueron a parar los desarrollos, planos, maquetas y hasta el prototipo del cohete Cóndor II, que estaba a punto de lanzarse durante el gobierno menemista. Previamente, también sería útil recordar los motivos del golpe de Estado al presidente Arturo H. Illia, después de que se opusiera a los leoninos contratos del petróleo y a frenar la alocada carrera de empresas farmacéuticas multinacionales por el mercado argentino de medicamentos.
Hoy se repite el mismo esquema. En Educación y en CyT se pretende una “evaluación de programas”; por otra parte, todos cumplen con sus informes y rendiciones de cuentas anuales, intrínsecos a cada proyecto de investigación. Ahora, el cedazo aspira a suprimir áreas de ciencias sociales y medio ambiente, conservando sólo los proyectos con salida al mercado.
Hacia una neocolonia
La experiencia argentina del último año y datos del Banco Mundial indican que las mayores caídas de economías vinculadas al PIB son Haití (-4,2%) y Argentina (-3,5%). Este será el resultado del ataque a la Educación y la CyT públicas. Sólo se atina a copiar lo que en el hemisferio norte ya es obsoleto. Mal que nos pese, todo un programa para garantizar una próxima realidad neocolonial.
Sobre los reactores modulares, el Departamento de Estado de EE. UU. ya decidió asociarse “con la Argentina para proveer esos reactores al resto de la región”. Léase: “apropiarnos de todo, con la excusa de nuestra seguridad nacional”. Además, el Congreso de EE. UU. resolvió “reconstruir las cadenas de suministros para abastecernos de materiales esenciales…”. Ya lo dijo Laura Richardson (jefa del Comando Sur), al referir como propias: “nuestras riquezas naturales, agua dulce, petróleo, gas, litio…”.
Con respecto al grotesco “futuro hub mundial de IA argentino”, los intereses de EE. UU. están bien guardados, y no piense Milei que les va a cambiar el rumbo. El Congreso de EE. UU. estableció el “marco de control de exportaciones para la difusión de la IA”, con “controles estrictos de chips de IA avanzada y sistemas utilizados en centro de datos”.
¿Acaso la actual conducción argentina piensa burlar el proteccionismo de EE. UU.?
* Profesor emérito (UNC); investigador principal (Conicet) jubilado; comunicador científico (UNC)