sábado, 8 febrero, 2025
InicioSociedadKarla Sofía Gascón

Karla Sofía Gascón

Vivimos en la edad del ofendido con rango identitario. Partiendo del derecho de defensa de las aparentes minorías, nos hemos acercado a una fragmentación de la vida en porciones con comunidades de oprimidos que levantan la voz, aunque no el vuelo. Porque los impulsos, y también los avances, suelen ser un éxito de los individuos; y, en algunos casos, esos logros se vuelven colectivos. Para Karla Sofía Gascón, la actriz española que antes se llamó Carlos Gascón, acogida en este Hollywood con incendio apagado, el vuelo ha sido alto, pero efímero: ha pasado de estar nominada al Oscar como mejor actriz a ser cancelada por las mismas estructuras mediáticas que antes la han aupado hasta la gloria.

La causa difundida ha sido la aparición interesada de unos tuits antiguos muy poco afortunados acerca de otras minorías, con unos tintes islamófobos y racistas. Una vez leídos, y asumiendo su porción de verdad relativa, supuran ese estilo o el poco estilo de pintura a brocha gorda que se puede rastrear en sus declaraciones a distintos medios, una especie de ramalazo despreciativo y bruto, disparando al bulto, que rasga la cortina sin detalle. Pero como Karla Sofía ha esgrimido un discurso de minoría golpeada, machacada por su diferencia, tiene su gracia, y su desgracia, que sea su presunta falta de respeto hacia otras minorías lo que la está sumiendo en esa oscuridad ñoña y buenista de la cancelación. Porque si hay alguien que debiera apreciar que la existencia tiene más matices que los evidentes, y ser más delicada con las singularidades de los colectivos, si hay alguien que debiera contemplar la realidad en planos más sutiles, es una mujer que se autodenomina así, mientras sigue casada, o casado, con su mujer de siempre, con la que tiene una hija, que decide pasar de llamarse Carlos a llamarse Karla, exige ser percibida como una mujer en toda regla, es una buena actriz, con personalidad, lo consigue y llega hasta los Oscar.

Karla Sofía Gascón no pertenece a aquella generación de hombres travestidos que debieron llevar una doble vida para sobrevivir. Pienso en el tierno José Sacristán de ‘Flor de otoño’, con su oscuridad cabaretera, o en Norman Bates en ‘Psicosis’, eternamente travestido con los trajes de la madre muerta. Eran vidas difíciles, con su piel de fracaso y su tristeza, en matrimonios a veces impostados, sin plenitud entre lo que se representa y lo que se es. Karla exhibe un dolor que quizá ha padecido, pero su rencor resulta extemporáneo. Ahora otras minorías la señalan, y es ella quien padece la cancelación. Pero si antes merecía el Oscar, como actriz o actor, lo sigue mereciendo, sean cuales sean sus opiniones y las exprese mejor o peor. El resto es farsa.

*Escritor

Suscríbete para seguir leyendo

Más Noticias