13/02/2025 17:28hs.
El reloj de la cuenta regresiva llegó a cero. Lo había programado a mediados del año pasado, cuando había tomado la difícil decisión de colgar la raqueta. Y este jueves se agotó la batería. Pese a haber tocado las pilas para estirar su vida deportiva, ya no había más energía para mover las piernas. El tanque estaba vacío y el auto se detuvo donde siempre quiso dejarlo: en el Argentina Open, donde un buen número de personas y gran parte de su familia y amigos se acercó para despedirlo. Tras 15 años de carrera profesional, Diego Schwartzman (386°) le dijo adiós luego de su derrota en la segunda ronda ante Pedro Martínez (41°) por un doble 6-2.
El Peque no tuvo más: batalló hasta el final, trató de correr hasta la última y se marchó entre aplausos por su inversión de sudor. Una que hizo a lo largo de su carrera. Porque el final fue solo una anécdota, porque lo que se contará en el resto de los años será todo el camino recorrido. Y el nacido tenísticamente en Hacoaj de 1,70 metro y 32 años demostró que lo importante es el flechero y no las flechas. Pese a no haber contado con los golpes más destacados ni con un saque a la altura de los gigantes que dominan actualmente el circuito siempre dio batalla. Corriendo, pegando y esforzándose por superarse cada día. Anticipando a sus rivales para pasarlos con passings o sacando magia de su raqueta con los quirúrgicos drops.
Schwartzman se retiró con su estilo: luchando hasta la última pelota. Fotos Emmanuel Fernández
En ese sentido, las estadísticas son una radiografía de su gran actuación a lo largo de los años: durante más de cuatro años se mantuvo en el top 20, llegó a ubicarse en el 8° casillero del ranking (solo 11 tenistas masculinos de nuestro país lograron estar en el lote de los 10 mejores), alzó cuatro títulos (Río de Janeiro, Estambul, Los Cabos y Buenos Aires), alcanzó otras 10 finales, se clasificó a las ATP Finals, le ganó a Rafael Nadal en polvo de ladrillo y hasta clavó semifinales de Roland Garros. Mientras sus rivales lo hacían pasar por la silla del dentista cada semana, él se encargaba de encontrar una versión superadora. Y así rompió con todos los pronósticos de aquellos que le habían augurado un futuro lejos de las canchas.
Hoy Schwartzman se quedó en el centro del Coliseo porteño, miró al público y agradeció el apoyo de todos estos años. En una fotografía que quedará para siempre vio cómo toda su carrera pasaba rápidamente en fotogramas. Y como le había dicho a Olé en una entrevista en la previa al retiro, se largó a llorar post caída con Martínez, rival que no le pesó el contexto y lo venció con margen y comodidad. Al cabo, ambas escenas eran de esperarse: Diego, sin pretemporada, apenas se había encargado de mantenerse sano para tener una digna despedida, que se estiró un encuentro más de lo esperado. Y encima enfrente había un adversario nacido y criado en el polvo de ladrillo que no cayó en la red de la trampa.
El Peque dijo adiós. Fotos Emmanuel Fernández
El público, a diferencia del duelo ante Jarry, no pesó en el marcador. Más allá de que hubo menos gente (sí estuvo Gaby Sabatini, Pico Mónaco, Guillermo Coria y Gastón Gaudio, entre otras figuras), lo que faltó fue clima copero. El Peque los trató de encender con algunas jugadas made in 2018-2019. De hecho, de a ratos se escuchó el «Vamos Diego, vamos / ponga huevo que ganamos». Sin embargo, no fue suficiente. El tenis es claro y el presente se notó en el terreno de juego. Y solo hubo un aliento al unísono sobre el final, cuando faltaban dos puntos para el cierre.
El Peque dijo adiós y corrió el telón para darle paso a su nueva etapa: la vida fuera de la pelotita. Y ya empezó a disfrutar.
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