Contaba Arturo Torró que entre los momentos más felices de su vida situaba el día siguiente a las elecciones municipales de 2015 cuando, en el Palau de la Generalitat, el presidente Francisco Camps recibía a los alcaldes vencedores. Para Camps en aquellos comicios la pieza más deseada era la capital de la Safor, donde el PP no había logrado nunca la alcaldía. Así que el abrazo entre ambos políticos fue especialmente efusiva y Torró se convirtió en la estrella de la reunión.
Esa escena, contrapuesta con el asesinato que ha supuesto el fin de su vida, revela bien a las claras una trayectoria que le ha llevado de la gloria a la tragedia, y viceversa, en varias ocasiones.
Torró fue conocido en Gandia, y en el resto de la Comunitat Valenciana, por situar a la empresa +Visión entre las más importantes del mercado de la óptica. Con una oficia-palacio situada en la calle Maldonado, en pleno centro de Gandia, Torró fue abriéndose camino en el mundo empresarial de la Safor. Pero su actividad en los negocios también acabó en tragedia y, en 2014, fue declarado en concurso de acreedores a raíz de las pérdidas en los negocios bancarios de riesgo.
Pese a todo, el protagonismo empresarial incrementó su ego, pasó al ámbito de la política y ahí optó finalmente por el PP cuando la dirección local de esa formación en Gandia le ofreció un mando que acabó por proclamarle presidente, apartando previamente a Fernando Mut.
Cuando logró la alcaldía gobernó la ciudad sin contar con casi nadie y, una vez más, pasó de la alegría a la catástrofe, tanto en el ámbito público como en el privado. En lo que respecta a la Administración, dejó al Ayuntamiento de Gandia con la deuda más abultada de su historia, cerca de 350 millones de euros. En el ámbito personal, una de las causas judiciales que le fueron abiertas por su gestión terminó en condena a tres años y medio de prisión, probablemente la mayor tragedia de su vida si se exceptúa, lógicamente, este suceso que ha acabado con su vida.