Por Alberto Muñoz
(Especial)
A pocos kilómetros de la localidad de El Calafate, en la Provincia de Santa Cruz, donde ya no se escuchan los acentos extranjeros de los turistas que concurren, desde los lugares más remotos del mundo, para conocer la maravilla natural que es el Glaciar Perito Moreno se encuentra la Estancia La Anita que fuera el lugar en que se fusilara a 1.500 trabajadores laneros que, desde dos años atrás, venían reclamando mejores condiciones de vida.
La historia fue escrita, tras 12 largos años de investigación, por Osvaldo Bayer y publicada en cuatro tomos bajo el título “Los vengadores de la Patagonia trágica” y luego se resumió bajo la forma de un único ejemplar: “La Patagonia rebelde” de manera que quedara sintetizado lo más importante y fuera más accesible al público.
El relato de Bayer se inicia con la descripción del momento en que el anarquista alemán Kurt Wilkens enfrenta en Buenos Aires al principal responsable de las matanzas: el “comandante Varela” para vengar a los obreros asesinados. Wilkens no era pariente de ninguno de ellos ni conocía siquiera la Patagonia. Después de contar aquel episodio la historia se retrotrae a 1920 y explica cómo la familia Braun (dueña de “La Anita”) y sus sociedades Braun Menéndez y Menéndez Behety llegaron a poseer 1.376.160 hectáreas en la Patagonia argentino-chilena, entre otros estancieros poderosos.
Los reclamos de los obreros eran básicos para una vida digna teniendo en cuenta lo inhóspito de aquellos lugares: un sitio para no dormir hacinados, lavatorio para la higiene, velas, estufa, bancos donde sentarse, camas con colchón entre otros elementos además de un sueldo mínimo de cien pesos mensuales (en ese momento a un “trabajador de la “Swift” que ha cumplido hasta jornadas de 15 horas y media -trabajo absolutamente insalubre, por supuesto- le quedan, en un mes entero de servicios —332 horas— nada más que 28,50 pesos”). Bayer 2009, p. 83.
Luego de meses de desacuerdos entre patrones y sindicalistas la solución que tomó el estado fue la represión y fusilamiento de los revoltosos. Algunas de estas ejecuciones están relatadas con lujo de detalles en el libro, así como la clásica justificación de los represores: “los matamos en combate”.
“La Anita” de los Menéndez Behety quedó allí con su hermoso nombre y la trágica sombra de los fusilados el 7 de diciembre de 1921. Casi todos los muertos fueron chilenos, dos o tres argentinos, dos alemanes y un puñado de españoles. Fueron muertos allí, frente al paraíso, al paisaje más hermoso de la tierra. Muertos por voluntad de Dios y acción de las armas argentinas. Tan muertos que ni sus nombres fueron retenidos en listas de bajas (Bayer 2009, p 210).
En 2021 al cumplirse el centenario de estos hechos se erigió un sitio de la memoria junto al camino, frente a la estancia. Hasta ese entonces quien transitaba por el lugar podía pasar mil veces sin saber o recordar los hechos salvo que alguien de la zona se lo indicara.
En esta semana el gobierno nacional –con un argumento por demás inconsistente- demolió el monumento a Osvaldo Bayer en el ingreso a Río Gallegos y tal vez en algún momento se le ocurra hacer lo mismo con este otro, pero siempre habrá algún libro, una película, un poema que mantenga viva la memoria.