La bomba de calor es un sistema que comenzó a instalarse de forma masiva en 1978 en Noruega y se convirtió con el correr de los años en la opción más buscada como método de calefacción de los hogares del país nórdico, dónde los inviernos son sumamente extensos y las temperaturas se ubican por debajo de cero. Es una alternativa eficiente y económica.
Su forma de funcionamiento consiste en la extracción del aire del exterior, incluso cuándo está muy frío, y lo transfiere al interior de la vivienda. Su gran ventaja es el bajo consumo eléctrico frente al alto rendimiento térmico.
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Aunque la electricidad es el recurso más común para alimentar a las bombas de calor, también existen modelos que funcionan con energías renovables, como la geotérmica o la solar.
Este tipo de variables, permite mantener la casa cálida al utilizar una cantidad menor de energía en relación a los medios tradicionales como el gas o el petróleo. Además, al tratarse de un sistema versátil, puede adaptarse a distintos tipos de viviendas, desde casas pequeñas hasta edificios más grandes.
La clave radica en la eficiencia del sistema, ya que los equipos más modernos calefaccionan más rápido y consumen menos. Es por ello que en Noruega los ciudadanos habitualmente rotan el artefacto cada una cierta cantidad de años.
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Bomba de calor: ¿Cuáles son los 3 factores que influyen en el gasto energético?
Tamaño de la casa: cuanto mayor es el espacio a calentar, mayor será el consumo. Por eso, muchas viviendas están diseñadas para optimizar el calor en ambientes clave.
Aislamiento térmico: las casas están construidas con materiales que evitan la pérdida de calor. Un buen aislamiento permite mantener la temperatura sin necesidad de prender la calefacción todo el día.
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Uso del espacio: en viviendas con poco movimiento, como oficinas o casas de fin de semana, el sistema se ajusta de forma automática para reducir el gasto cuando no hay nadie.
PM / Gi