En hogares donde conviven perros y gatos es habitual que, por descuido o curiosidad, uno termine comiendo la comida del otro. Sin embargo, esta práctica no solo es inadecuada, sino que puede resultar perjudicial para la salud de ambos animales.
La diferencia no está solo en el sabor o la textura: perros y gatos tienen requerimientos nutricionales completamente distintos, y sus alimentos están formulados en función de esas necesidades específicas.
¿Por qué los gatos no pueden comer comida de perro?
Falta de taurina:
Los gatos no producen taurina de forma natural. Esta sustancia es esencial para su visión, corazón y sistema inmune. La comida para perros no la incluye, ya que no es vital para ellos.
Proteínas insuficientes:
Los gatos son carnívoros estrictos. Necesitan más proteínas animales que los perros. La comida canina suele tener niveles más bajos de proteínas y grasas.
Vitamina A preformada:
Los gatos necesitan consumir directamente vitamina A, ya que no la sintetizan bien a partir de los vegetales. La comida para perros muchas veces se basa en fuentes vegetales de esta vitamina.
Ácido araquidónico:
Es un ácido graso esencial que los gatos deben obtener a través de su dieta, y que no siempre está presente en los alimentos para perros.
¿Y los perros? ¿Pueden comer comida de gato?
Demasiadas proteínas y grasas:
La comida felina tiene un contenido mucho más alto de proteínas y grasas, lo que puede resultar difícil de digerir para un perro y derivar en problemas hepáticos o pancreáticos.
Desequilibrio nutricional:
Un perro alimentado con comida para gatos puede desarrollar deficiencias de fibra, calcio o carbohidratos, y ganar peso rápidamente.
Problemas gastrointestinales:
Diarrea, vómitos o malestar digestivo son comunes cuando los perros acceden regularmente a alimento felino.