Tenemos miedo de nombrar la palabra «eternauta». Llegamos al punto de saturación. Para disimular, le diremos «la serie».
La serie tendrá una segunda temporada vaya uno a saber cuándo. Es una falta de respeto que se hable de «algún momento de 2027» y que las grabaciones ni siquiera hayan empezado. ¿Qué suponen estos de Netflix? ¿Pretenden que de acá a dos años recordemos que El Eternauta trata sobre Juan Salvo y no sobre Néstor Kirchner?
En general, a la gente le gusta mucho lo que se consume rápido. La ansiedad nos lleva de los pelos. Somos seres virales e instantáneos como la sopita Quick. El Eternauta ya pasó de moda. Ojo, es la medida de sensación. Pasa con la inseguridad, con la meteorología. Nombraste la serie en una reunión y te miraron como si hablaras de Lost o de Friends. «La terminé ayer», agregás sonando como «Enrique, el antiguo», el personaje de Francella.
Si Lennon viviera no dudaría: «Netflix es más popular que Cristo”. La plataforma top estrenó la serie y nos marcó la agenda. Hace lo que quiere con nuestra voluntad. Hasta hemos visto una de Wainraich. Y ahora pica alto Corazón delator, con Julieta Díaz y Benjamín Vicuña. Con la novedad no se discute.
El Eternauta se estrenó globalmente en Netflix el 30 de abril de 2025. Desde su lanzamiento tuvo casi 11 millones de vistas en su primera semana y marcó un hito: ser la segunda serie más exitosa de Netflix, además de liderar el Top 10 de series no angloparlantes.
En mayo nadie hablaba mal de El Eternauta, pero el furor es como una bestia pasajera. Podemos -de golpe- darnos cuenta de que la serie no es otra cosa que un Walking Dead criollo donde los zombies vienen marchando. Los primeros días de junio se muestran más permisivos y lo que fue tendencia, entrevistas, críticas, memes, alusiones políticas y empanadas caras, ahora es tierra de nadie.
¿Una obra clave?
¿Entonces? Entonces El Eternauta ya no es una obra tan (tan) clave para nuestra cultura, sino una historieta basada en una metáfora bizarra del macartismo, donde los extraterrestres eran los «rojos», la amenaza. El miedo al comunismo y la Guerra Fría hacían que los marcianos fueran malísimos. Lo siguieron siendo hasta la aparición de Steven Spielberg con ET.
La guerra de los mundos, Invasores de Marte, Regreso a la Tierra (This Island Earth), etcétera. La propaganda política norteamericana «inspirando» a los artistas. De ahí vendría la tradición.
¿Oesterheld y Solano López se sumaron a la lógica yanqui de que los extraterrestres, en la ciencia ficción, eran el «enemigo»? Hace tres semanas pedían tu cabeza si escribías esto. Hoy escuchás gente que compara El Eternauta con Marte Ataca!, la película de Tim Burton.
La de Strassera o la de Darín
El recorrido de las ficciones nacionales había permitido que llegáramos al Oscar con nuestro ADN cinematográfico: La historia oficial y, más recientemente, Argentina 1985, algo así como un spin-off de don Julio César Strassera, el fiscal que juzgó por primera vez a los máximos responsables de la última dictadura militar.
Shhh, no digan nada, pero esto ocurrió en su momento en la puerta de un cine del barrio de Belgrano: ¿Esta cola es para ver la película de Strassera? «Mmm –la chica mira a su compañero- no, es para la película de Darín».
Antes de sentarse a escribir aquel filme dirigido por Santiago Mitre, el guionista Mariano Llinás observó que mucha gente no tenía demasiada idea del asunto. Una vaga impresión hacía posible que más de uno -decía- pudiera confundir la CONADEP con la CONMEBOL.
La de Strassera pudo ser simplemente «la de Darín». Lo mismo debe pasar con el éxito global de El Eternauta. Netflix nunca antes despertó tanta excitación chauvista. Y si es así, el actor, tratando de ser auténtico y siempre dispuesto a derribar las paredes rígidas de la solemnidad, salió a promocionarse. A hablar de él. De lo que pensaba del país. De lo caro que está todo. En los días pasados nadie recuerda a Ricardo Darín por otra cosa que no sean las empanadas. Como si las aventuras de Juan Salvo trataran sobre el inventor del repulgue.
De ahora en más el fiscal Strassera tendrá la cara de nuestro actor emblema. El Eternauta lo mismo. «La serie se politizó», aseguran algunos. ¿Culpa del eslogan? Puede ser. El guión de El Eternauta parece escrito por Agulla y Baccetti. Palabras y diálogos de publicidad que giran en redondo y nunca terminan diciendo nada.
Un periodista de C5N hizo un editorial con el «Nadie se salva solo». El leitmotiv sostuvo marchas y se escuchó en el Hospital Garrahan en defensa de la salud pública. Ahora leamos a la actriz y Subsecretaria de Políticas Culturales bonaerense, Victoria Onetto: «No tenemos que naturalizar ciertos mecanismos de Milei y sus secuaces, nosotros somos distintos, promovemos la cultura del encuentro, la solidaridad y que nadie se salva solo».
Se politizó también con aquello de “lo viejo funciona, Juan” y entonces Cristina recogió el guante de candidata. A todo esto en el programa de Jonatan Viale quedó picando un debate que se fue desinflando: «¿El Eternauta es Kuka o no es Kuka?»