sábado, 14 junio, 2025
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El pez que contiene metales pesados pero su puede consumir

Abundante en gran parte de los escenarios de pesca del centro y norte del país, el sábalo forma parte de los ríos Paraná, Uruguay, Paraguay y Río de la Plata. Llega a medir hasta 60 cm y pesar más de 6 kg. De cuerpo largo y comprimido, gris-verdoso (aclarado en el vientre), con escamas amarillentas, su boca es circular, bordeada por labios gruesos, y se proyecta del frente. Es la especie más presente en una cuenca en la que puede llegar a constituir más del 60 % de la biomasa de peces de la misma. Algunos calificados depredadores, como los surubíes (Pseudoplatystoma spp) y el dorado (Salminus brasiliensis) dependen de los enormes bancos de sábalos para su subsistencia. Su pesca no está muy difundida, es más, muchos no creen que el sábalo tome carnadas, siendo habitualmente pescado con prácticas antideportivas como el «patejeo» o la captura con red. Pero atendiendo a la sutileza de su pique y con una masa adecuada, sacarlo también es posible.

Hoy la especie no es noticia por su pesca, sino por una investigación realizada por el CONICET que determinó que los valores de metales pesados en los tejidos de sábalos en el cauce principal del río Pilcomayo y en el Bañado La Estrella, en Formosa, son mucho más altos que los ejemplares estudiados en el río Paraná. No obstante, su carne es apta para el consumo humano. El trabajo estuvo a cargo del doctor en ciencias biológicas, Esteban Avigliano, y se concretó con relevamientos realizados durante 2022 y 2023. 

Según señala el portal Cuarto Salta a Diario, la existencia de los metales en agua y sedimento se incrementa con la altitud y la proximidad a las zonas de explotación minera de Bolivia. En ese marco, explicó que el sábalo migra desde la llanura chaqueña (Argentina-Paraguay) hasta el tramo alto del Pilcomayo en Bolivia donde se convierte en el principal recurso pesquero para consumo y comercio de algunas comunidades ribereñas. Avigliano sostuvo que al hacer las simulaciones considerando la tasa y frecuencia de consumo de pescado, la toxicidad de los metales y la edad y el peso de la población; los datos indican que “no hay riesgo” para la salud. “Los niveles de metales están por debajo de los límites recomendados a nivel internacional. Ello pese a que los peces del Pilcomayo presentan cuatro veces más niveles de mercurio que los del Paraná”, precisó, aunque advirtió que es necesario implementar monitoreos para evaluar cambios en los niveles de contaminación que podrían superar los límites máximos recomendados para la salud.

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