Un PSG con aura de campeón abre en canal a un Atlético sofocado

Después de un ‘cerocerismo’ para celebrar el regreso de Messi al fútbol de élite de clubes y un 10-0 irremediable del Bayern contra el Auckland, el espectador de un Mundial de Clubes que todavía necesita saber qué quiere ser se plantó ante un PSG – Atlético con titular de partido grande. Pero este torneo conseguirá que las diferencias mostradas en la temporada se agudicen, sobre todo entre los clubes europeos.

El cuadro de Luis Enrique, quien pudo ser entrenador rojiblanco, clavó hasta cuatro veces (Fabián, Vitinha, Mayulu y Kang-in Lee) el cuchillo en la mantequilla rojiblanca, ya sin margen de error en el Grupo B y totalmente superado por el ritmo del campeón de Europa. Todo esto sin Dembélé y otros jugadores importantes, dando buena fe del PSG como gran obra colectiva.

El PSG de los Balones de Oro

Las ruedas de prensa de Simeone son como un parte médico. En apariencia, parecen muy claras, pero cuando se trata de entenderlas, ante la repetición de conceptos, acaban siendo crípticas. Sin embargo, la pizarra del argentino es mucho más predecible. Esa obsesión por repetir lo que funciona bien le ha llevado a lo mejor y a lo peor, pero hace tiempo que ha dejado de funcionar con continuidad. Para colmo, el Atlético se ha presentado en estado depresivo al Mundial de Clubes y sin refuerzos. Los ingredientes perfectos para que la temporada termine en un callejón sin salida.

El PSG, flamante campeón de Europa, pasó por encima de los rojiblancos en el arranque de un partido que parecía jugado en un coliseo romano. Un Los Angeles Memorial acalorado, pero que quedó bien en los planos de una realización televisiva que recuerda a los tiempos de Lazarov en TVE. Porque todo está inventado, aunque se le ponga nombres en inglés. Todo menos el talento, que sigue siendo un atributo difícil de fabricar en cautividad pese a horas intensas de entrenamiento. Por eso son tan importantes los jugadores como Fabián.

El andaluz, con algo más de propaganda y goles como el que abrió el marcador, debería ser candidato al Balón de Oro. Un jugador con una visión de juego privilegiada que lo ha ganado todo en los últimos años con el mute puesto. Al revés que el golpeo lleno de decibelios que fusiló a Oblak desde la frontal. El esloveno está totalmente confundido. Fichó y se consolidó en un equipo que prometía una férrea defensa y ha terminado por ser el apagafuegos de una escuadra derretida por los centrales. Lenglet y Le Normand se cargaron con amarillas antes de la media hora de juego.

La presión del PSG es una masa fresca sobre la que se ponen el resto de ingredientes. «Necesitamos la personalidad y los huevos para salir de ahí», reclamaba Simeone en la pausa de hidratación, donde no se percató de que una cámara le grababa. En el Atlético solo pataleaba, como en la mayoría de los partidos de atasco rojiblanco, Giuliano, la prolongación de su padre, que rascaba las espaldas de Nuno Mendes, uno de los hombres de la temporada. Al revés que los laterales ‘colchoneros’, Llorente y Galán, totalmente sofocados, a pesar del gusto por el sol crudo del primero.

Un Atlético sin respuesta

Al equipo galo le bastó medio partido para demostrar que, ahora mismo, está a años luz del Atlético. Vitinha respondió a la jugada más clara de los rojiblancos con un inteligente movimiento, provocado por Gonçalo Ramos, que volvió a dejar en evidencia al rival al borde del descanso. Un 2-0 justo en el que el PSG parecía estar en un partido de pretemporada contra un rival local de EEUU. ¿Qué se le ocurrió a Simeone? Dar entrada a Koke para ganar un mínimo de control de juego.

Pero enfrente, la maquinaria gala seguía carburando, con un disparo a la cruceta de Kvaratskhelia. El capitán rojiblanco cometió una falta en el inicio de una acción que terminó en el tanto de Julián Álvarez. Era un soplo de vida para un conjunto con notables incomparecencias, como la de Rodrigo de Paul y Griezmann, quien tuvo más minutos de los que debería. En línea con el resto de la temporada.

El rumano István Kovács justificó su decisión en una locución abierta al público, una de las medidas implementadas en un torneo que es una consagración al fútbol moderno. A cada cambio del Cholo lo recibió con una amarilla. La última del Atlético fue Sorloth, cuyas estadísticas invitarían a una titularidad que enterró con un remate a puerta vacía enviado a las nubes. Todavía podía ser peor. Con una línea defensiva cargada de amonestaciones, Lenglet acabó expulsado y Mayulu, estrella invitada de la final de Champions, puso el 3-0. Un penalti transformado por Kang-in Lee culminó el desastre de un Atlético al que le pasaron por encima los disturbios del PSG.