domingo, 6 julio, 2025
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El calvario de un jugador de Real Pilar: arresto injusto y error en el reconocimiento facial

El domingo 15 de junio, a las 14:30, Dylan Vergara, el talentoso número 10 de Real Pilar, se dirigía a la cancha de Comunicaciones para apoyar a sus compañeros, que peleaban por el campeonato en la Primera B Metropolitana. Lo que debía ser un control de rutina del programa Tribuna Segura, dependiente del Ministerio de Seguridad, se convirtió en el inicio de su infierno. Al escanear su DNI para cotejarlo con la base de datos del RENAPER, un oficial le anunció: «Tiene una orden de captura en una causa por homicidio. A partir de este momento, queda detenido».

Dylan, de 25 años, no comprendía lo que sucedía. Intentó explicar a los policías que era futbolista, que iba a ver a sus compañeros y que se estaba presentando en un día de trabajo, pero «a los policías no les importaba». El pedido de captura, con fecha del 28 de enero de ese año, respondía a una causa de homicidio simple cometido con arma de fuego en grado de tentativa, a solicitud del Juzgado de Garantías Número 3 de Lomas de Zamora.

El error radicaba en el sistema de reconocimiento. La víctima del crimen había presentado una foto del supuesto agresor, y el sistema del RENAPER indicó «un porcentaje de coincidencias» con Dylan, a pesar de que «se veía claramente que era otra persona». Además, la víctima había declarado que el acusado tenía un tatuaje en la mejilla, rasgo que Dylan no posee.

Inicialmente, Dylan, acompañado por su novia y sus suegros, pensó que era un «trámite» que se resolvería en minutos. Sin embargo, la realidad fue otra. Fue trasladado en un móvil de la Policía de la Ciudad a la Comisaría 15 de Chacarita. Allí, supo que el problema era mucho más grave: «me hicieron sacar el cordón de las zapatillas y me metieron en un calabozo con 12 vagos».

Los cinco días de detención fueron descritos por Dylan como un «infierno». Sus condiciones fueron deplorables:

  • Dormía en el piso, pasó frío y hambre, y se deshidrató.
  • No podía ir al baño ni le daban agua.
  • Fue víctima de robos de su ropa y zapatillas por parte de otros presos.
  • No durmió por tres días y vivió con un miedo constante, sintiéndose «metido entre delincuentes, sabiendo que yo no había hecho nada».

Posteriormente, fue trasladado a la comisaría de Lavallol, donde las condiciones de detención tampoco mejoraron: «Las camas eran de piedra. Había mucha humedad, estaba oscuro y hacía muchísimo frío».

Durante su calvario, Dylan pudo hablar con el abogado de su familia dos veces al día. Para probar su inocencia, presentó una coartada irrefutable: pudo demostrar que en la fecha del crimen (21 de diciembre del año pasado), él estuvo de vacaciones en Entre Ríos con su novia, Agustina, del 18 al 22 de ese mes. A pesar de estas pruebas, se le exigió una rueda de reconocimiento. Fue en ese momento crucial cuando la verdad salió a la luz: «Cuando llegó la víctima, no supo quién era yo y ahí recién me liberaron». Dylan confesó haber temido ser un «perejil» (un chivo expiatorio) en la causa.

Dylan regresó a su casa en Temperley el jueves 18 de junio, con tres kilos menos. Al día siguiente, a pesar de los «flashes de lo ocurrido» resonando en su cabeza, se presentó al entrenamiento de Real Pilar. El entrenador Gabriel Torres lo mandó a la cancha en el segundo tiempo contra Liniers, y Dylan jugó «desde lo mental y desde el corazón» para demostrar su fortaleza.

Actualmente, Dylan se encuentra en sesiones de terapia con un psicólogo para superar el trauma. Los primeros días, no quería salir de su casa, no podía dormir de corrido, sudaba de noche y tenía pesadillas, y aún hoy los recuerdos de lo vivido lo persiguen. Su caso resalta la vulnerabilidad de los ciudadanos ante fallas en los sistemas de identificación y la importancia de una justicia que escuche y verifique.

X de Lucas Schmidt

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