Una rápida aclaración: la intención no es brindar consejos educativos para que el Presidente se comporte mejor, a la altura de la investidura que representa, como un buen ciudadano, como un adulto que pueda ser tomado de ejemplo por niños y jóvenes.
No es por no intentarlo, es porque no se puede. Y no se puede porque Javier Milei ya fue educado de una manera indeleble.
La primera educación que lo marcó a fuego y lo lleva a ser como es proviene de la crueldad que recibió de sus padres y de sus compañeros de escuela, generando patologías que –según los especialistas– al no ser tratadas a tiempo ya son muy difíciles de revertir.
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
La segunda educación la recibió de grande y convalidó a la anterior. Un sector importante de la sociedad le enseñó que su agresividad discursiva, sus limitaciones lingüísticas, su humor más infantil que irónico, sus obsesivas metáforas sexuales y su incapacidad para aceptar diferencias, son herramientas legítimas para relacionarse dentro de una comunidad.
Educar a alguien no es hacerle aprender algo que no sabe, sino hacer de él alguien que no era. La chance de educar…
No es que los sectores que naturalizan a Milei sean como él, no necesariamente. Pero sí que lo precisan así, como una herramienta útil para alcanzar determinados objetivos, revalidándolo tal como es.
Sin filtro. Hace diez días, prometió que no insultaría más, habló de “la dictadura de las formas” y dijo: “Vamos a enfrentarlos respetándoles sus formas.” Dando a entender que quienes lo critican por insultar a quienes no piensan igual, son “dictadores” que lo pretenden reeducar.
Las crónicas posteriores indicaron que el giro obedecía a la preocupación por la caída de su imagen. También se mencionaron las encuestas que señalan que alrededor del 75% de las personas rechazan sus formas.
Durante la campaña presidencial 2023 hubo otros momentos en los que el libertario se esforzó por mostrarse respetuoso, pero siempre fueron momentos efímeros. Ahora volvió a ocurrir.
Milei no cambia porque no puede cambiar, ni aunque esta semana haya recibido el reclamo del Departamento de Estado de su admirado Donald Trump, alarmado por sus agresiones a la prensa. Y si algún día sus formas de verdad fueran un límite infranqueable para sus votantes, es probable que él ya no posea la capacidad de modificar ese aspecto constitutivo de su personalidad. Como el escorpión, es más fuerte que él.
El jueves pasado, en el acto en La Plata, recordó que “hace poco me comprometí a no insultar”. Un minuto después comenzó con sus habituales agresiones: degenerados, ensobrados, tirano, comunista, enano, parásitos, zombis, termos y “cabeza de pulpo”. Este último insulto, explicó, es porque “los pulpos tienen el sistema digestivo en la cabeza, digamos, o sea, tienen excremento en la cabeza”.
Dicen que educar a una persona no es hacerle aprender algo que no sabe, sino hacer de él alguien que no era.
La chance de educar al niño cruel que Milei lleva adentro choca con la imposibilidad de resolver con educación los traumas que lo llevaron a ser quien es.
Tiendo a creer que esos traumas no sólo no le impidieron ser Presidente, sino que fueron útiles para vincularse con una sociedad traumatizada. Lo que, además, significó para él una validación de su educación anterior.
Puede que haya un porcentaje de quienes lo eligieron en el balotaje que hoy no lo volverían a hacer porque no aceptan que un jefe de Estado se exprese así. Pero no serán las formas las que convenzan a la mayor parte de aquellos votantes de no volver a elegirlo. En todo caso, las formas pueden ser un motivo más, no el principal.
El principal será el económico.
Si la inflación continuara descendiendo, la desocupación dejara de crecer, el poder adquisitivo subiera y se recuperara tanto el consumo como la actividad económica, entonces los insultos de Milei serán sólo un detalle para oídos sensibles.
Pero si la recuperación económica no termina de llegar, no habrá futuro para él por más pulcritud discursiva que adquiera. Ese suele ser el instante en el que todo lo que antes se toleraba, se empieza a castigar; y ni el menor nuevo desliz es dejado pasar por aquellos que antes tanto lo celebraban.
En la Argentina, esa es la regla, no la excepción.
2025 vs. 2023. Dando por cierta la lógica mileísta de que 2023 fue “el peor año del peor gobierno de la historia”, habrá que tomarlo como referencia para ver qué tan bien estamos tras veinte meses de gestión del “mejor gobierno de la historia”.
La actividad industrial cayó un 8,4% frente al último mes de Alberto Fernández. La comparación entre junio de 2025 y junio de 2023, da una caída mayor: 13%. Por ejemplo, la producción de gaseosas, agua y cerveza, cayó 33%, lo mismo que la de los productos para la construcción. La de textiles y calzados, es un 30% menor; la de neumáticos, un 50%.
… al niño cruel que Milei lleva adentro choca con la imposibilidad de resolver los traumas que lo llevaron a ser así
La actividad de la construcción registra una caída del 29% en comparación a cuando Milei llegó al poder. La superficie autorizada para construcciones privadas (la pública está paralizada) es 17% menor en el mismo período. Como consecuencia, en dos años se perdieron 56 mil empleos en el sector.
Según la UIA, desde agosto de 2023, la industria perdió 37 mil empleos. Hubo sectores como el de los minerales no metálicos, la siderurgia, fundición, metalmecánica, caucho y plástico, que tuvieron caídas de entre el 14% y el 20%.
En junio, el índice de capacidad industrial instalada fue 58,8%. Diez puntos menos que en el “annus horribilis” de 2023. Incluso peor que durante los meses de septiembre, octubre y noviembre de 2020, durante la pandemia.
Según el Centro de Economía Política Argentina, los salarios del sector privado están, en términos reales, 0,6% abajo del último mes de Fernández. Los públicos acumulan una pérdida del 14,3%.
En total, los salarios de la economía formal, cayeron el 5,5% en ese período.
Economía real. Cuando se habla de la caída del consumo masivo en los últimos dos años, se justifica en lo que se llamó “el plan platita” del ministro Massa. Pero incluso comparando con un mal 2024, se observa una disminución del 4,3% a nivel nacional y un 11,7% en el AMBA (fuente: Focus Market).
Según el último informe de Scentia, las ventas en supermercados cayeron un 6% en un año y un 6,4% en los mayoristas. Para CAME, las ventas minoristas totales bajaron un 6,7% en los últimos doce meses.
La tasa de desempleo trepó al 7,9%, por encima del 5,7% que dejó Fernández, lo que representan 500 mil nuevos desempleados. Si bien es cierto que el 5,7% de hace dos años fue el más bajo de la serie histórica del Indec, el actual índice marca la desocupación más elevada desde la pandemia.
El aumento del desempleo es el correlato del cierre de 15 mil empresas (fuente: Enac) y la crisis de muchas otras. Entre las afectadas en los últimos meses aparecen Acindar, Longvie, Petroquímica Río Tercero, Ledesma, Mastellone, Molinos, Arenera NRG, General Motors, la ex-Jonhson & Jonhson, Verónica, Scania, Sancor, Los Grobo, Agrofina, Georgalos y Ferrum.
Hoy, con tasas de referencia del 70% anual y del 80% para giros en descubierto, la situación de las empresas, del consumo y de la actividad económica no tendría por qué mejorar.
Por eso, el creciente malestar por las formas del Presidente es sólo un síntoma.
Si en los próximos meses el Gobierno consigue empezar a solucionar los conflictos de la economía real, Milei podrá seguir insultando sin preocuparse demasiado por “los dictadores de las formas”.
Si no lo logra, la polémica por los insultos será el menor de sus problemas.