martes, 16 septiembre, 2025
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La Lagunilla, un oasis natural con historia y la cuna de La Cañada

Más allá de las postales turísticas que caracterizan a las sierras de Córdoba, existe un rincón natural que, a pesar de su nombre, esconde una importancia vital para la región. Hablamos de La Lagunilla, un cuerpo de agua natural que se forma al suroeste de la ciudad de Córdoba, en la localidad de Malagueño, cerca del Valle de Paravachasca.

Sus aguas provienen de las lluvias que caen en los faldeos serranos y dan origen a un ícono cordobés: La Cañada.

Esta pequeña laguna alimenta el arroyo que se extiende a lo largo de 28 kilómetros, atraviesa la capital cordobesa y va uniendo barrios como El Rosedal, Bella Vista y Güemes, corriendo bajo 35 puentes hasta unirse con el río Suquía. Su cuna está rodeada de un paisaje bucólico y sereno, es un testimonio de la conexión profunda entre la geografía natural de la provincia y la vida urbana.

A lo largo de su historia, La Lagunilla ha sido fundamental para la región, especialmente debido a su conexión con La Cañada. Antes de la canalización, el arroyo era conocido por sus crecidas violentas, que causaron graves inundaciones, la más devastadora en 1890, que dejó cientos de muertos. Esta historia de tragedia y furia de la naturaleza llevó a la construcción de obras de encauzamiento a partir de 1944, que transformaron el arroyo en el canal de piedra que se conoce hoy en el centro de la ciudad.

A pesar de su importancia histórica y ecológica, La Lagunilla es un espacio de interfaz rural y urbana que a menudo pasa desapercibido, a diferencia de su contraparte canalizada en la ciudad.

El área de la cuenca, que incluye tanto a La Lagunilla como al arroyo La Cañada de la Cocha, ha sido objeto de estudios sobre ordenamiento territorial debido a su alto valor paisajístico, ecológico y patrimonial. Asimismo, su presencia ya había sido asentada en los primeros mapas que los españoles elaboraron de la región y formaba parte del entramado de cursos de agua y lagunas naturales que caracterizaban a la Córdoba de la Nueva Andalucía.

Según data en el registros históricos, en 1574, las tierras que contenían la laguna pertenecían a Gonzalo Martel de Cabrera (hijo del fundador de Córdoba, Jerónimo Luis de Cabrera) casado con Doña María de Garay (hija de Juan de Garay, fundador de Buenos Aires). Después de su muerte en 1599, fueron heredas por su hijo, Jerónimo Luis de Cabrera II, y para 1618, la estancia poseía 3.500 ovejas,600 carneros,700 vacunos, 6 carretas con 50 bueyes y 40 esclavos.

A su muerte, en 1662, el dominio pasó a manos de Jerónimo Luis de Cabrera III,quien muere en 1699 y dejó las tierras a su hija Doña Maria Rosa de Cabrera y Velazco. En el 1800, se fraccionó la estancia y se vendieron varios terrenos.

Para finales de 1930, se había instalado en el lugar una plantación de olivares de la sociedad anónima «La Olivarera Argentina» que duró hasta la década del ochenta. Desde entonces, la Estancia La Lagunilla pertenece a los herederos de Carlos López Salcedo y es un punto frecuentado por personas que hacen ciclismo y trekking.

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