Llegaba el Atlético con el pecho hinchado a Balaídos y se marchó sin aire. No se lo sacó el Celta, que firmó su sexto 1-1 en ocho jornadas de Liga, sino más bien entre Lenglet y el árbitro. Ganaba con comodidad el Atlético al final de la primera parte cuando el central francés vio una segunda amarilla muy discutible, pero en la que se expuso demasiado sin necesidad. Y la cosa, tras 50 minutos de once contra diez, acabó en empate.
Gesto torcido para un Atlético que venía de marcar 13 goles en sus tres últimos partidos, sensaciones extrañadas antes de un parón al que llegan fuera de los puestos de Champions. El empate es a priori poca cosa en la visita al único equipo que aún no ha ganado en esta Liga, pero es difícil reprochárselo a un equipo que, por poderoso que sea, jugó más de una parte con un futbolista menos.
El Atlético arrancó de dulce
Si hay alguien que no termina de entender el significado de que un equipo «esté de dulce», basta con ponerle los seis primeros minutos del partido de Balaídos para que lo comprenda a la perfección. A los dos minutos, Jutglá colocó un centro al área del Atlético y llegó por ahí Borja Iglesias, que en lugar de cabecear a gol desde el área pequeña optó por realizar una dejada… que se fue lentamente por la línea de fondo.
Y cuatro minutos después, Griezmann realizó una apertura deliciosa hacia Barrios, que llegó casi hasta la línea de fondo y envió el balón al área, a una posición en la que Julián y Nico ya iban a llegar. No pasa nada. Como resulta que este Atleti está de dulce, Starflelt atropelló la pelota en su carrera hacia atrás y se la metió en su propia portería.
El Atlético se adelantó a los seis minutos de partido. / Salvador Sas / EFE
Hace dos semanas, ni pruebas ni dudas, Borja Iglesias habría rematado y marcado gol y el deficiente centro de Barrios habría sido convenientemente despejado por la defensa del Celta. Lo que siguió en la primera mitad correspondió al viento a favor reciente del Atlético, con un par de ocasiones claras y dominio controlado del partido.
La expulsión de Lenglet
Hasta que Lenglet vio la segunda amarilla. Ocurrió en el minuto 40 y la amonestación fue más que rigurosa, dado el leve agarrón, similar a la que propició la expulsión de Mouriño en el Bernabéu unas 24 horas antes. Dicho esto, el central francés, sospechoso habitual, cometió la temeridad de comprar boletos y le tocó la roja, dejando a su equipo con diez.
Borja Iglesias probó un par de veces a Oblak antes del descanso, encontrando respuestas sólidas del esloveno. El partido, era evidente, iba a cambiar y Simeone se preparó para ello sacrificando a Griezmann en el descuento para corregir su desequilibrio defensivo con Javi Galán. El orden y la precaución pasaron a ser las máximas prioridades del Atlético.
El empate de Iago Aspas
No sufría el equipo de Simeone, aunque se sentía más aplastado en su área conforme avanzaban los minutos. Un equilibrio que rompió, quién si no, Iago Aspas. A los cinco minutos de entrar al campo arrancó una jugada que él mismo convirtió en gol. Oblak detuvo un remate de Borja Iglesias tras un envío de Mingueza, pero el balón quedó muerto sobre la línea y la leyenda de Moaña apareció por ahí para colocar el empate.
Cholo empezó a cambiar la fisonomía de su equipo de manera compulsiva, hasta sacando del campo a Javi Galán, pese a que había entrado en el descanso. No habría sido, ni de lejos, la primera vez que el Atlético le funcionaban esas sacudidas extrañas de su entrenador. Esta vez no ocurrió, pero el conjunto colchonero rascó el empate, que no es poca cosa tras 50 minutos con 10 hombres.
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