En Mellow Madrid se pueden encontrar piezas raras de diseñadores top de los 2000. La dueña, MIli, tiene un don para cazar tesoros.
¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué los clientes del lujo están dejando de comprar ‘lo último’? Parece probado que los consumidores llevan tiempo dejando de sentirse atraídos por las piezas nuevas y eligiendo otras usadas en su lugar. Entre los motivos se encuentran la exclusividad que da hacerse con una pieza rara, el auge de la estética de los dosmil, o Y2K, y una nueva conciencia de sostenibilidad, de economía circular y de reducción del consumo compulsivo. También la idea de comprar menos y mejor, entendiendo ese ‘mejor’ como la posibilidad de volver a colocar esa pieza vintage en el mercado y ganar, o como mínimo recuperar, lo invertido.
Esta tendencia ha llevado a marcas como Isabel Marant a crear su propio marketplace de segunda mano y alojarlo dentro de su ecommerce. Así no tiene que repartir una parte del pastel que se disputan los grandes. A saber: Vestiaire Collective, The Vintage Bar o Vinted. Solo este último generó 17,8 millones de euros de beneficio neto en 2023 según publicó es.fashionnetwork.com. Una subida en vertical a la que sin duda contribuyó la implementación de un servicio de verificación de autenticidad, que hace que sus futuros compradores lo hagan con mucha más confianza y seguridad. Según datos proporcionados por la propia plataforma, Hermès, Dior, Saint Laurent y Prada forman parte del Top 10 de marcas que buscan los usuarios. Y, si nos quedamos con los datos por países, “Italia recurre mucho a la venta de productos de moda de segunda mano, con más vendedores que compradores. Mientras Francia es un centro de compra importante, con más compradores que vendedores”-. Y España, ¿qué? Omega y Loewe son dos de las firmas que más buscan las usuarias patrias.
La exclusividad de lo raro
En el podcast Fashion Sucks, la estilista Alba Melendo y la periodista Raquel Fernández Sobrín hablan largo y tendido sobre el cambio que ya se ha producido en alfombra roja. De cómo las actrices y cantantes ya no lucen los últimos modelos de pasarela y prefieren llevar looks procedentes de los archivos de las grandes firmas o directamente de tiendas vintage, en las que piezas de hace más de 20 años alcanzan precios astronómicos. Lucir segunda mano no tiene nada que ver con ahorrar dinero y sí mucho con esa exclusividad que proporciona la sensación de saberse dentro de un look que nadie podrá replicar.
Economía circular que cotiza al alza
Esta nueva oportunidad de negocio ha sido aprovechada también por pequeños visionarios como Mellow Madrid, tienda desde la que Mili, una serbia amante de la moda y afincada en Madrid, hace labor de buscadora, compradora y vendedora de pequeños tesoros que le quitan de las manos (o le encargan) clientes de todas partes del mundo. En Mellow se pueden encontrar piezas cuidadosamente seleccionadas como unas gafas de Prada de 2004, un bolso dosmilero de Miu Miu o un vestido lencero de Versace de 2003.
“Yo empecé en 2017, flipando con las cosas muy bonitas que se podían encontrar en algunas plataformas. Vinted llegó después para cambiar el paradigma. Lo bueno que tiene es que une a las capitales de la moda con los demás países europeos. Para los apasionados del sector esto marcó un antes y un después al conectar y acercar a todas partes los principales mercados”, explica la dueña de Mellow Madrid. Y añade: “El futuro pasa por reutilizar, ya está producido todo lo que tenemos que consumir. No es una idea nueva. Ya en 1994 Franco Moschino habló de la necesidad de producir con algodón sostenible. Hace más de 30 años.”
Sostenibilidad como leitmotif de toda una generación que rechaza lo nuevo y abraza lo usado independientemente del poder adquisitivo. Una idea que, además, ha calado en las generaciones anteriores y que ojalá lo haga en las posteriores. Con permiso de Denna, Jonathan o Jack y Lázaro, cuyo baile de sillas (materializado en colecciones) aún no hemos tenido el gusto de aplaudir. ¿Estaremos presenciando el cambio de una era? Quien entendió, entendió.
