Andrés Malamud analizó cuáles son las tres dificultades con las que se enfrenta el Gobierno a la hora de implementar las reformas que tiene en mente la administración libertaria, algunas, aprobadas la semana pasada en la Ley Bases. El analista político hizo hincapié en la economía, la minoría parlamentaria y la impaciencia de la sociedad, pero sostuvo que el presidente Javier Milei posee una cualidad que lo ayuda a palear dos de los tres obstáculos.
Entrevistado por José Del Rio en Comunidad de Negocios por LN+, Malamud enfatizó que “la Argentina no está condenada al fracaso”, pero que el Gobierno “tiene varias dificultades”. Respecto al apartado económico recaló en la adversidad que significa ser “el único país con esta inflación y el cepo”.
Por otra parte, mencionó que nunca en la historia del país un gobierno estuvo tan diezmado en el Congreso y con una minoría pronunciada en ambas Cámaras. Finalmente, mencionó que “la sociedad es impaciente”, pero rescató: “Estamos viendo un nivel de paciencia inesperada. Milei enfrentó el primer trimestre empeorando la economía y aprobó la ley porque la sociedad le tiene paciencia. Tiene convicción, está seguro de lo que quiere, con una misión, un resultado y la gente compra porque es auténtico. Eso le ayuda para contrarrestar el problema económico y de minoría”. No obstante, aclaró que también se le tiene paciencia como consecuencia “del fracaso de todos los demás”.
En ese sentido, planteó que ya con la Ley Bases aprobada, el siguiente paso que debería comenzar a realizar el Gobierno es implementar las reformas. “Milei tiene que demostrar optimismo y sugerir que lo que hace sirve. Pero si firmás un cheque por un millón, no tenés un millón de dólares. Lo que hay es una ley, pero las reformas no están. Hay que hacerlas. Lo que hace es desayunar antes del almuerzo. Esto es peligroso porque genera expectativas que difícilmente se puedan satisfacer en el corto plazo”, explicó.
Malamud, insistió: “El desafío es empezar a implementar las reformas. No van a ser para mañana, pero tiene que demostrar que habrá un camino transitable donde este papel se va a transformar en pan, en trabajo. Hasta ahora, al Gobierno le ha costado mucho esto. Le resultó más fácil la ley, que hacer las reformas. Tiene un gran mérito: la desinflación gracias a los técnicos buenos que tiene, pero en casi todos los otros ministerios está en falta”.
Asimismo, identificó que otro de los problemas del Gobierno para llevar adelante las reformas tiene que ver con la falta de peso político y eslabones en el organigrama estatal. “Las reformas tienen que venir ahora y las tiene que hacer un gobierno incompleto. Se ve en las embajadas. No manda embajadores políticos porque no tiene amigos que acomodar”, dijo y añadió: “Van aprendiendo, la incorporación de los menemistas es importante, gente que sabe manejar el Estado. Guillermo Francos, clave, funcionario de todos los gobiernos. La casta tiene cosas malas, cuando se beneficia a sí misma, pero buenas, como la gestión de la cosa pública”.
En otro tramo de la entrevista, Malamud habló acerca de la oposición, tanto de la dialoguista como la más férrea. El analista político evaluó que en términos prácticos, la alianza de Juntos por el Cambio (JxC) ya no existe más, pero que aun juega un rol importante en las provincias. “JxC no existe a nivel nacional. El Pro está alineado con el oficialismo, divididos entre subordinados con Bullrich y de negociación con Macri. Mientras, el radicalismo está en algún otro lugar que no está claro cuál es. En las provincias están juntos, siempre gobiernan diez y la mayoría tienen un segundo del otro partido. A nivel provincial sigue funcionando, y la política provincial es la que da continuidad a la política. Es el ancla”.
A raíz de ello, indicó: “El radicalismo demuestra que tiene dos almas -tras la diferenciación en la votación entre Lousteau y el resto del bloque- una metropolitana, más progresista, que no simpatiza tanto con Milei, y una más federal, provincial, un poco más popular y más cercana a Milei”.
Pese a ello, valoró el trabajo realizado durante los últimos meses en las cámaras parlamentarias entre todas las fuerzas. “En el siglo pasado hubo un asesinato en el Senado. Esto -que se ve hoy- es mucho más agradable de lo que pasó en otras épocas y lo que pasa en otros lugares. La política es pan y circo. Mientras produzca pan, bienestar para la gente, el circo es parte del show. Pero el circo solo no funciona”.
En cuanto al peronismo, no lo dio por terminado, pero sí marcó algunas diferencias entre el PJ y el kirchnerismo. “El peronismo es una fuerza caracterizada por dos elementos: sensibilidad popular y vocación de poder, no por una ideología. En este momento tienen síndrome de abstinencia, aunque lo retienen en dos importantes bastiones como Buenos Aires y Córdoba. Y tienen un problema con la sensibilidad, porque se desincronizaron con la gente y perdieron las elecciones con alguien que entró en los sectores populares”.
“No solo tienen abstinencia sino un problema de representación. Pero es probable que se recuperen, ya que llevan más de 70 años, todos los gobiernos sufren desgaste. Si se rearman y presentan una oferta atractiva, están lejos de estar terminados, pero no será el mismo peronismo. Sin embargo, también habrá elementos de continuidad”, insistió.
Por último, detalló: “Hay una asociación entre kirchnerismo y progresismo. Por un lado tienes las ideas y por otro a la gente. El kirchnerismo es un peronismo que no representa a la sociedad del trabajo sino de los subsidios, no representado por los sindicatos sino por las organizaciones. Lo que dividió al peronismo fue la base social de representación”.
LA NACION