miércoles, 27 noviembre, 2024
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Tiene 105 años, se graduó de una maestría en la Universidad de Stanford y reveló su secreto: Esperé ocho décadas

Virginia Hislop, una mujer que hace nació 105 años en Palo Alto, California, terminó su maestría en la Universidad de Stanford luego de una pausa de más de ochenta años en sus estudios. Su avance académico se vio frustrado debido a la Segunda Guerra Mundial y la conformación de una familia. Sin embargo, cuando se retiró, aprovechó su tiempo libre para saldar esa cuenta pendiente.

Según detalla el portal web de Stanford, a Hislop se la conocía durante su juventud como Ginger y su objetivo académico era aprender a enseñar. Ingresó en 1936 a la Escuela de Posgrado en Educación de Stanford (GSE, por sus siglas en inglés). Primero fue en búsqueda de una licenciatura en educación, mientras que luego tenía planeado realizar una maestría que le permitiera dar clases.

La mujer quedó más de 80 años con su tesis finalizada pero sin entregarCharles Russo – https://ed.stanford.edu/

Hislop fue inspirada por mujeres de su familia: su abuela, quien dio clases en Kansas antes de la Guerra Civil de Estados Unidos, y por su tía Nora, quien fue directora de una escuela de Los Ángeles. En 1940, cuatro años después de haber comenzado en la GSE, se recibió como licenciada en educación e inmediatamente después empezó con la maestría.

Todo marchaba bien hasta que, justo antes de que entregara su tesis final, su novio George Hislop, que luego se convertiría en su marido, fue reclutado por el Ejército de Estados Unidos para servir en la Segunda Guerra Mundial. Su pareja también estudiaba en la GSE, pero en el Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de Reserva (ROTC, por sus siglas en inglés).

Virginia Hislop dejó su tesis de la maestría en educación sin entregar debido a que llamaron a su novio para la Segunda Guerra Mundial

George y Virginia se casaron antes de que él se uniera a las fuerzas armadas. A partir de entonces, ella comenzó a dedicarse a las tareas domésticas en su hogar en Yakima, Washington, y se vio obligada a dejar de lado sus estudios. Sin embargo, mantuvo viva su pasión por enseñar a través de su hija, Anne, a quien le brindaba acompañamiento académico.

Su vinculación con la educación a través de su hija y su regreso a Stanford

Cuando su hija comenzó primer grado en Washington, le sugirieron que tomara clases de economía doméstica. Sin embargo, Virginia le recomendó que no se inclinara por las tareas de la casa y que estudiara inglés avanzado. “Sentí que ella podía aprender a cocinar en casa y que era más importante que aprendiera más habilidades académicas en la escuela”, explicó.

En paralelo, empezó a formar parte del consejo escolar para ayudar a elegir qué se les enseñaba a los niños. “Todos los niños deberían tener la oportunidad de desarrollar su potencial lo mejor que puedan. Además, todos deberían tener la oportunidad de acceder a una educación superior si así lo desean”, consideró.

ARCHIVO – Vista del campus de la Universidad de Stanford en Stanford, California, 14 de marzo de 2019 (AP Foto/Ben Margot, File)

Ese fue solo el primer paso de una extensa trayectoria en el ámbito educativo: integró la Junta Directiva de la Escuela Yakima, se convirtió en miembro fundador de la junta directiva de Yakima Community College y contribuyó en la creación de Heritage University en Toppenish, Washington, donde formó parte de la junta durante 20 años.

Ya retirada de sus funciones, aprovechó su tiempo libre para regresar a Stanford y completar la maestría que había dejado inconclusa hacía 83 años. A pesar de su edad, entregó la tesis y se recibió a sus 105 años. Cuando se subió al escenario, vestida con toga y birrete de egresado, le dijo a los presentes: “Esperé mucho tiempo por esto”.

LA NACION

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