En el escritorio, su santuario, en una pared lateral están colgados algunos platos intervenidos por un collage de materiales que realizó en 2018 para una muestra a la que denominó Un placer secreto. Y en otra pared, justo enfrente de la pausa mientras lee o escribe, el gran retrato que le hizo Guillermo Roux. Tiene otro, firmado por Carlos Alonso -pero que llevó a otra casa, en Pilar-, el que eligió para la tapa del libro Cuentos completos (Norma, 2012) donde recopiló la totalidad de su narrativa breve, publicada e inéditos.
“Cuando se llega a los 70 años como yo, si no se comprende que el asco, los escrúpulos, las buenas maneras y todas esas cosas son frenos para la vida, kaput. Ya bastante freno es la vejez para que encima haya que sujetarse a todo eso. No sé, a mí me parece que es así”, dice el narrador del cuento “La seducción de la hija del portero”, publicado en 1975 -poco antes del obligado exilio en España- por el psiquiatra, psicoanalista y escritor Pacho O’Donnell, de entonces 34 años.
Mucha agua corrió desde aquella escritura y la actualidad. Cada oleada trajo siempre una refundación, otro nuevo abordaje de la realidad y de la ficción, del arte y de la reflexión: historiador, funcionario, legislador, dramaturgo, artista plástico, ensayista y -aunque no quiera ser considerado un gurú- referente de un tema en constante ascenso debido a la prolongación de la esperanza de vida, gracias a la ciencia y los cambios sociales. En La nueva vejez, ¿la mejor edad de nuestras vidas?, su último libro publicado el año pasado y que ya alcanzó las seis ediciones en Editorial Sudamericana, el autor de 83 años propone, tal como lo define, “una visión dinámica, erótica y creativa de esa edad de tan mala fama en la que puedo gritar sin miedo lo que pienso, hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o a lo desconocido porque tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos”. Toda esta vitalidad tendrá su noche de explosión en el teatro Astros, el próximo domingo 22, a las 19.30, en un espectáculo que protagoniza junto con la cantante Magdalena León y la guitarra de Samy Mielgo. No es su primera vez arriba de un escenario. En 2018 y hasta 2022, presentó A la izquierda del roble, su homenaje al poeta uruguayo Mario Benedetti, acompañado por la actriz María Fiorentino primero y después por Alejandra Darín, el cantante Marcelo Balsells y el músico Sergio Vainikoff, dirigidos por Daniel Marcove.
“Un día me di cuenta que era viejo. Y escribí el libro buscando cómo pasar lo mejor posible esta etapa tan larga de la vida. El tema prendió y armó debate. Por eso Andrea Stivel, directora del teatro Astros, me propuso este espectáculo y me gustó la idea de contar lo que pienso sobre esta nueva vejez mechado con canciones que tienen que ver como ‘El tiempo pasa’, de Pablo Milanés, ‘Llegar a viejo’, de Joan Manuel Serrat, y otras a cargo de mi amiga maestra de cantantes”, dice, feliz de poder a su edad pararse frente al público para expresar lo que quiere, si bien reconoce que lo asusta un poco el tamaño de la sala. Por eso avisa y subraya que “será una única función”.
-En el libro, dice que la vejez empieza a los 60 años. Según un estudio de científicos de la Universidad de Stanford, la vejez empezaría a los 78 años.
-Tradicionalmente, la vejez empezaba a los 60, aunque se ha corrido un poco. De todos modos, el proceso de deterioro fisiológico comienza a los veintipico. En la Argentina, la expectativa de vida de los varones llega a los 78 y el de las mujeres a los 84. Lo que alarga la vida es tener proyectos. La vejez oscura comienza cuando los recuerdos superan a los proyectos.
-¿Cuándo se dio cuenta que era viejo? ¿Hubo un momento exacto en el que lo sintió?
-Es una conciencia progresiva, vas notando cambios en el cuerpo, vas perdiendo cosas, perdés fuerza, amigos, trabajos, envejecer es una sucesión de duelos. Pero la ficha me cayó cuando hacía la cola para un trámite, que era muy larga, y me dejaron pasar. Lo hice y nadie protestó. A mi padre le pasó algo parecido cuando por primera vez le cedieron el asiento.
-¿La mirada del otro es la que cambia?
-Sí. El viejismo o edadismo que presupone una visión oscura de la ancianidad da por sentado que ancianas y ancianos somos feos, porque el ideal de belleza es la juventud. Y te ven de otra manera. Pero uno mismo al mirarse al espejo nota cambios, arrugas, canas…
-Y en su salud, hubo cambios también.
-Sí. No hay personas mayores sanas. Yo soy un viejo enfermo. Tengo una insuficiencia cardíaca severa desde hace mucho tiempo, lo supe a los 64 años, con algunas complicaciones que forman parte de la vejez. La enfermedad forma parte de la vejez. Lo importante es que uno lo asuma de modo que no te dificulte vivir la vida de la mejor manera posible. Yo he tenido suerte en tener una familia que me cuida mucho y tengo el privilegio de una buena atención médica.
-Hasta ese momento, ¿se había cuidado físicamente?
-No mucho. Había jugado al fútbol y al rugby mediocremente, con alegría pero sin pasión. Con la vejez descubrí mi cuerpo. A los 70 años tenía mejor físico que a los 30. No quiero dar consejos porque lejos estoy de ser un gurú, pero es esencial el ejercicio físico para las personas mayores. Para todos, pero en la vejez es clave. Por indicación médica tuve que empezar a hacer gimnasia y me volví adicto. Descubrí que el cuerpo estaba ahí. Uno de los prejuicios es creer que el cuerpo es cosa de jóvenes y a los 40 años uno ya abandona el cuerpo.
-¿Confirma eso de que hoy, a los 40 años, hay un olvido del cuerpo?
-Totalmente. Puede que en algún sector esa conciencia haya crecido un poco pero, en general, en las personas mayores hay abandono del cuerpo. Es grave porque a los viejos se los considera personas deterioradas y son ellos muchas veces quienes obedecen esas imposiciones culturales y se inmovilizan frente al televisor, no hacen actividad física y realmente se deterioran, oportunidad que aprovechó el Covid.
-Está bien, Pacho, pero hay un número importante de personas que a partir de los 40 o antes intentan cuidarse más y tomar conciencia sobre la alimentación y la salud.
–Hay una negación del paso del tiempo. Hay una cantidad de industrias muy rentables basadas en la negación del paso del tiempo, negación de la vejez, en última instancia, negación de la muerte. No es preocuparse por el cuerpo. Tiene que ver con la fantasía de que uno puede vivir muchos años pero no ser viejo. La vejez se vive como tragedia y eso es lo que hay que modificar. Es un desafío la vejez y hay que asumirlo. Cuando te dicen que “No parecés de esa edad” es un comentario viejista. Sos un anciano y, en todo caso, un anciano en buen estado pero hay que asumirse como anciano.
-Suena fuerte la palabra “anciano”. Es menos simpática que “viejo” o menos acostumbrada por lo menos.
-¿Por qué? Eso es un prejuicio. Se trata de la aceptación del paso del tiempo. Sos niño, sos joven, sos anciano. Cuando se dice “viejos son los trapos”, las personas también.
-¿Y no hay jóvenes viejos?
-Ahí se toma “viejo” como un adjetivo negativo, para referirse a jóvenes pasivos, poco creativos, sin entusiasmo… Se toma esa connotación negativa: “Te vestís como una vieja” o “Parecés un viejo” si el chico no quiere salir a bailar. Mientras que decirle a alguien que es “juvenil” o “jovial” sería un elogio, algo positivo.
-Sigamos con los papers. Otro estudio dice que la felicidad sería una curva cuyos puntos altos son la infancia y la vejez, mientras que la mediana edad es la etapa crítica.
-En la vejez pagás las deudas con vos mismo. Te despojás de ciertas obligaciones y podés hacer aquello que no pudiste hacer antes. No todo es continuidad con la vida adulta. En la vejez te podés reinventar, como José de San Martín que en su destierro pintaba, se reencontró con su vocación de pintor y lo hacía bastante bien, pintaba marinas. Es decir, esa sería la felicidad, el poder cumplir esos deseos postergados.
-¿Qué recomendación le daría a una persona que está empantanada en ese encuentro con lo que desea?
-En primer lugar, que hagan terapia. Pero algo fundamental para los mayores es socializar, no quedarse solos, que se incorporen en actividades grupales, te cambia mucho la vida. La Argentina es generosa en ese aspecto, en clubes, templos, iglesias, sindicatos hay grupos que organizan actividades y donde poder sumarse. También puede ser útil la incorporación de una mascota, tema que no toqué en el libro, son muy positivas en personas mayores en situación de pérdida.
-En su caso, ¿qué vocación descubrió con los años?
-Como te dije, descubrí mi cuerpo y me hice adicto a las pesas, al músculo, a la bicicleta fija, todo lo hago en mi casa, a pesar de mis nanas. También me dediqué mucho al teatro. Disfruto mucho del ambiente teatral, todo el proceso, lo grupal, es un clima de mucho compañerismo y apuesta personal, no por lo económico claramente.
-Se fue reinventando.
-Así es ¡Qué linda palabra reinventarse!
-¿Qué cosas ya no puede hacer?
-Correr cien metros. Pero en la vejez podés adaptarte a tus posibilidades. Como contó Arthur Rubinstein cuando le preguntaron cómo hacía para continuar siendo el mejor pianista del mundo a los 90 años: elegir las piezas que más le gustan, practicar todos los días las mismas horas pero, al ser menos, dedicarle más tiempo a cada una; y hacer más lentos los movimientos previos a los más rápidos para dar sensación de velocidad.
-Le propongo más refranes o lugares comunes, a ver qué le parecen: “De joven sos de izquierda, en la adultez, de centro, y en la vejez, conservador”
-No es un tema que haya estudiado, pero es posible que sea cierto. Lo bueno es poder cambiar a lo largo de la vida. Con el tiempo te volvés más experimentado, más sabio, y las cosas las ves de otra manera.
-”La experiencia es un peine que te dan cuando quedás pelado”
-La sociedad actual no aprovecha la sabiduría de la experiencia. Antes se valorizaba más esa acumulación. A los viejos nos gustaría que nos escucharan más.
-”Los 50 son los nuevos 40, o los 60 son los nuevos 50″
-Te tengo que contestar desde el punto de vista científico. La vida se ha prolongado. El Quijote es, según Cervantes, un viejo de 50 años. Y es cierto que cada vez se vive más tiempo y hay menos nacimientos.
–Ernesto Cherquis Bialo, que tiene su edad, dijo a este diario que el mejor antiage es estar en contacto con gente joven.
-Es un dicho también, ¿no? Lo dije hace un rato, la importancia de la socialización. Es importante también estar grupalizado con gente con la que podés hablar de las mismas cosas, con gente que sabe quién es Pipo Mancera, cómo formaba Boca en 1970, ese tipo de cosas.
-La periodista y escritora Cecilia Absatz tiene un newsletter, Viejo smoking, dedicado a qué significa envejecer. Y recomienda morderse la lengua antes de contar experiencias del pasado a los jóvenes, salvo que sean ellos quienes pregunten.
-Está bien. No hay que apabullar al otro con tu memoria, con tu experiencia. Es muy fastidioso, es la imagen del viejo aburrido. A veces tenés ganas de contar porque realmente te parece que es interesante pero hay que dosificarlo mucho.
-¿Cómo era usted de joven con los viejos?
-Tuve solo una abuela, la materna, a los otros no los conocí, y era una persona que había que cuidar, enferma. No tuve personas mayores que hayan sido claves en mi vida.
-En su libro La nueva vejez, al final, reconoce que no ha ayudado lo suficiente.
-Me refiero a que no fui lo suficientemente solidario. No he amado al prójimo lo suficiente. Fui funcionario público y traté de hacer lo mejor posible pero creo que los seres humanos, en general, no cumplimos con la idea de amar al prójimo como a sí mismos.
-Pensé que se refería a personas o casos puntuales en los que había mirado para otro lado.
-No. Eso nunca. Al contrario. Tengo fama de generoso.
-Hablemos de la actualidad. ¿Qué me dice de los “viejos meados”?
-Qué fea palabra. Los viejos hoy son las personas más vulnerables. No solo por sus bajísimas jubilaciones sino porque las familias en crisis han perdido la capacidad de cuidar a sus mayores.
-Pero es una expresión usada para denostar opositores.
-Por eso, lo de “viejo” como adjetivo negativo.
-Sí, pero dicho o avalado desde el poder toma otra dimensión.
-Es un insulto.
-Fue secretario de Cultura del gobierno de la Ciudad, durante el alfonsinismo, y de la Nación, durante la presidencia de Carlos Menem. ¿Cómo ve hoy la gestión cultural?
–En general, la derecha ve la cultura como un ámbito enemigo. La universidad, el teatro, el cine, es visto como un lugar de reclutamiento, de populismo, de comunismo. No es una decisión caprichosa, es ideológica. Estamos viviendo eso, la cultura como enemigo que hay que debilitar o hacer desaparecer.
-¿Volvería a la política?
-No, ya cumplí mi parte. Estoy muy preocupado por la situación, que es muy grave. Siempre fui optimista por esa capacidad argentina de resiliencia, de superar todo tipo de crisis. Ahora estamos en una situación muy grave en un mundo que no acompaña, con grandes conflictos.
-¿Se sigue viendo con personas relacionadas con la política?
–¿De la política? Con nadie. Mi mundo tiene mucho más que ver con el teatro, la literatura, la historia. La política ha sido un momento en mi vida. No he tenido una especial vocación política. Fue generosa conmigo, fui funcionario, embajador, senador, legislador pero no ha sido una cuestión vocacional aunque me comprometí democráticamente cuando lo sentí y por eso pagué con el exilio y esas cosas.
-¿Tiene referentes políticos hoy?
-No.
-¿Sigue votando?
-Sí.
-¿Qué puede decir acerca de ataques desde el oficialismo a periodistas como, por ejemplo, a María O’Donnell?
-Los ataques a periodistas me parecen inadecuados y, en especial, si están dirigidos a mi querida sobrina María.
-Y si hablamos de vejez, ¿cómo ve la situación de los jubilados? ¿se subirá la edad para poder realizarlo?
–Hace tiempo que se ha roto la proporción entre los aportes y lo que cobran los jubilados. En un mundo cada vez más habitado por personas mayores es inevitable que en muchos países haya aumentado la edad de jubilación. Seguirán pagándose con aportes del Estado extraídos de otros recursos. Por otro lado, la situación de los jubilados es grave, se los condena a la pobreza.
-¿Cómo es su vida social?
–Está restringida por la hipoacusia. Si voy al teatro a ver obras de amigos, les pido que primero me manden los textos. Nunca fui de ir a fiestas, reuniones, embajadas, soy bastante familiero, de juntarme con amigos, vienen a visitarme, prefiero grupos muy reducidos, no mucha gente, no sé cómo ubicarme.
Familia numerosa y proyectos no le faltan a Pacho O’Donnell. Padre de cinco hijos, dos con la actriz y psicóloga Susy Evans (Camila, productora de televisión, y Agustina, jueza) y tres con la médica Marina Orsi, con quien está unido hace unos 40 años (Juan Manuel, finanzas; Lucio, profesor de tenis, y Victoria, Datos e Inteligencia Artificial). Es abuelo de cuatro nietas, hijas de sus dos hijas mayores. Los otros tres no han tenido, por ahora, hijos. “Lo lamento por Marina, habría sido una gran abuela”, dice.
En cuanto a proyectos, además de la presentación de La nueva vejez en el teatro Astros, vuelve una de sus obras más reconocidas, Escarabajos, dirigida por Juan Manuel Correa, con Victoria Onetto, Nelson Rueda y Eloy Rossen, en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543).
Además, en marzo saldrá publicado otro libro, El ADN argentino: los cimientos de nuestra identidad nacional, también por Sudamericana (Penguin Random House), “acerca de por qué somos como somos, según la perspectiva histórica, desde el Neandertal”, dice. A su vez, el ciclo Prócer, los seis capítulos de ficción histórica que condujo en la TV Pública, fue nominado al Martín Fierro en el rubro Cultural/ educativo: “Ojalá se retome porque tiene mucho sentido resaltar los valores de nuestros próceres, valores que hoy están en crisis”.
-¿En qué ha cambiado usted en todos estos años?
-Me reconozco en la continuidad. Siempre he sido un tipo apasionado, me he comprometido en lo que he hecho. No tuve cambios significativos, ningún salto, no se me ocurre en este momento.
La nueva vejez, de y con Pacho O’Donnell. Con Magdalena León y Samy Mielgo. El domingo 22, a las 19.30, en Teatro Astros (Corrientes 746). Entradas por Teatro-astros.com. Entradas, desde 15.000 pesos.