domingo, 17 noviembre, 2024
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Menos escándalos y más diálogo

Dos diputados, Silvana Giudici (PRO) y Maximiliano Ferraro (Coalición Cívica), protagonizaron una bochornosa discusión por una diferencia menor durante el análisis de un proyecto de ley que procura combatir la ludopatía y controlar las apuestas online.

La grotesca escena ocurrió durante una reunión de comisiones. Como no hubo consenso para firmar un solo dictamen, la minoría, integrada por el PRO, la UCR y La Libertad Avanza, presentó el suyo. El otro dictamen, de mayoría, lo firmaron la Coalición Cívica y el kirchnerismo.

El punto de conflicto fue la redacción del artículo que propone prohibir la publicidad de las apuestas online. Ambos sectores entienden que no debe permitirse publicitar el sistema de apuestas, pero difieren en la forma de expresarlo. Este fue el motivo de la disputa.

La redacción de la minoría habla directamente de la prohibición total, sin más. La mayoría, en cambio, consideró que debían explicitarse con sumo detalle los diversos medios en los que se prohíbe la publicidad: redes sociales, eventos deportivos y culturales, influencers.

En ese contexto, Ferraro, firmante del dictamen mayoritario, acusó a Giudici, que apoya el dictamen minoritario, de ser “lobbysta” de una empresa de apuestas y de un empresario del juego vinculado con el radicalismo porteño. Giudici respondió con un insulto.

La diputada Mónica Frade (Coalición Cívica), que presidía la reunión, intentó calmar los ánimos, pero la discusión continuó con gritos e insultos. Giudici abandonó la comisión y exigió disculpas públicas por la “imputación falaz y el intento de agresión física” de Ferraro. Ferraro se disculpó por su comportamiento, pero también exigió disculpas por el insulto recibido.

La tensión entre ambos diputados ya se había manifestado en las redes sociales el día anterior al debate. Ferraro cuestionó la transparencia del dictamen de minoría y la participación de Giudici en las discusiones previas.

La escena es inquietante, si se la mira en detalle. Se puede advertir en ella la suma de dos dinámicas perniciosas de la política. Por un lado, no es posible que se siga permitiendo el uso de un lenguaje soez y el revoleo de denuncias y acusaciones graves sin sustento probatorio alguno. Si hay pruebas de lobbysmo o de tráfico de influencias, estas deben ser presentadas, y no sólo para neutralizar la participación del político o legislador señalado, sino para generar la correspondiente denuncia penal.

Por otro lado, no es posible que los políticos sigan aprovechándose de sutiles diferencias discursivas para mantener latentes enfrentamientos que no son tales. Porque es evidente, más allá del escandaloso griterío, que el sector de La Libertad Avanza y sus frecuentes aliados del PRO y de la UCR no firmarán un dictamen junto con el kirchnerismo.

Lo ha dicho recientemente el presidente de PRO, Mauricio Macri: no quiere que los legisladores de su partido compartan proyecto alguno con los kirchneristas.

¿Por qué no se puede construir un consenso alrededor de un objetivo trascendental como la prevención de la ludopatía, sobre todo en niños y adolescentes?

Que una diferencia respecto de cómo escribir una o dos oraciones de una ley se convierta en símbolo de la “grieta política” es vergonzoso.

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