La batalla de la Vuelta de Obligado del 20 de noviembre de 1845, cuando las fuerzas nacionales detienen sobre el río Paraná el avance de la flota anglofrancesa, es un hito clave en el sostenimiento del proyecto federal de Juan Manuel de Rosas.
Pasó mucho tiempo desde aquella resistencia fallida en un comienzo y cuyo resultado favorable se dio bastante después para que la conmemoración de la batalla se transformase en el Día de la Soberanía Nacional. Fue allá por 1974, en coincidencia con la reivindicación de Rosas que hacía Juan Domingo Perón. Mucho más acá en el tiempo, en 2010, durante la gestión de Cristina Fernández de Kirchner, se convirtió en feriado nacional.
Hay un nexo que une a Córdoba con aquella acción de encadenar un brazo del río Paraná a la altura de lo que hoy es la ciudad de San Pedro. Y parte en la relación personal y política de Rosas con el gobernador de Córdoba Manuel “Quebracho” López.
Si bien la batalla de la Vuelta de Obligado en sí misma fue una derrota ante las tropas inglesas y francesas, genera aires de unión nacional por la resistencia de la población ante los extranjeros en medio de una guerra civil entre unitarios y federales.
Y hay un hito para sostener el poder rosista, que se da en territorio cordobés y que, si bien es una batalla interna y no la resistencia a una invasión externa, se transforma en un elemento clave para llegar a la famosa Vuelta de Obligado: la batalla de Quebracho Herrado.
Se libra justamente en la actual localidad cordobesa que lleva ese nombre, sobre la actual ruta 158, entre Las Varillas y San Francisco.
El 28 de noviembre de 1840, chocan allí unitarios y federales. Los federales, bajo el mando de Manuel Oribe, vencieron a las fuerzas del general unitario Juan Lavalle, con lo cual se sofoca uno de los últimos intentos por derrocar al régimen de Rosas.
En Quebracho Herrado, Lavalle, que llegaba desde Uruguay buscando alianzas en el interior del país, fue derrotado en un enfrentamiento que dejó unos dos mil muertos.
Esa cifra vale para dimensionar la virulencia de los enfrentamientos internos de aquellos años de formación nacional. En 1982, murieron en toda la Guerra de Malvinas menos de mil soldados de ambos bandos, menos de la mitad de los caídos en Quebracho Herrado, donde combatieron alrededor de 10 mil efectivos.
Punto de inflexión
Daniel Cerino, historiador y promotor de la memoria de Quebracho Herrado, ha señalado que este enfrentamiento no sólo marcó la caída de la causa unitaria en el centro del país, sino que fue clave para consolidar el poder de Rosas y del federalismo en Argentina. “Muchos suponían que Lavalle podía ganar este enfrentamiento, y eso significaría el resurgir de la causa unitaria y una posible caída de Rosas”, comentó Cerino.
El historiador, oriundo de Quebracho Herrado, narra como un fallido encuentro entre Lavalle y Lamadrid hizo que las fuerzas unitarias llegasen exhaustas al campo de batalla.
La derrota de Lavalle significó un giro definitivo en la guerra civil y generó un clima para aquella resistencia en el Paraná.
Ya había habido otras resistencias antirrosistas que fueron desarmadas en Córdoba.
“Quebracho” López fue una figura clave en la defensa de la frontera sur de Córdoba, donde los ranqueles tenían una presencia significativa. La relación entre López y los caciques Yanquetruz y Payne muestra una dinámica de alianzas y enfrentamientos por la defensa del territorio.
En tanto, Lavalle, uno de los principales opositores de Rosas, fue protagonista en los intentos de derrocamiento del gobierno federal desde Uruguay, y su fallida estrategia en Córdoba refleja la fragilidad de la causa unitaria en ese momento. Su derrota en Quebracho Herrado comienza con el final de la resistencia unitaria en la región.
El contexto de la época
En las décadas de 1830 y 1840, Córdoba enfrentó tensiones económicas, políticas y militares significativas en el contexto de las luchas federales y unitarias que marcaron a la Confederación Argentina. La economía y el control fronterizo formaron parte de los desafíos para sostener el federalismo, en un marco donde la relación con Buenos Aires y el conflicto con las poblaciones indígenas adquirieron dimensiones estratégicas.
El bloqueo francés de 1838 debilitó las economías de Buenos Aires y de las provincias del litoral, creando fisuras en la cohesión del federalismo en toda la Confederación.
Ante esta situación, Córdoba implementó una serie de medidas para defender su economía local. Una de las principales políticas fue el aumento de impuestos a productos de otras provincias, como cargas de carretas y ganado. Esta medida buscaba compensar la disminución de ingresos fiscales y el esfuerzo económico de sostener la frontera con el indio y financiar el gasto militar en la guerra civil.
La ley aduanera de Buenos Aires de 1835, que prohibía la entrada de textiles extranjeros para promover los productos locales, fue clave para estimular la industria textil de Córdoba. La prohibición de ponchos y jergas extranjeras benefició a las economías provinciales, que lograron duplicar la producción textil exportada a Buenos Aires en los años siguientes. Esta política de protección industrial apoyó a Córdoba y a Santiago del Estero en la producción de tejidos, aumentando su competitividad en el mercado nacional.
La consolidación de la frontera sur de Córdoba fue un eje central en la gestión de “Quebracho” López, que fortaleció la línea de fortificaciones para protegerse de las incursiones ranqueles.
Rosas delegó en López el control de la frontera con políticas diplomáticas con los pueblos originarios más amigos, mientras mantenía un enfoque militar con tribus hostiles.
Estas políticas económicas y de control fronterizo, junto con el papel de Córdoba en la defensa del federalismo, muestran la importancia de la provincia en la estrategia de consolidación del proyecto nacional en un contexto de disputas internas y presiones externas.