lunes, 13 enero, 2025
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Borges por Piglia o El retrato de Dorian Gray. Segunda parte

En la primera parte del artículo analizamos las conclusiones centrales de la transcripción de las clases de Piglia sobre el genial escritor realizadas en la TV pública en 2013. Vimos los conceptos de procedimiento o fórmula y los paradigmas esenciales de su literatura en la Civilización y la Barbarie. En esta parte analizaremos lo expuesto por Piglia respecto de dos cuestiones fundamentales para entender la obra de Borges: la memoria y la biblioteca.

La memoria en Borges vs la memoria de Borges

El título de este apartado es un juego de palabras útil para comprender y explicar cómo opera en la obra borgeana el concepto de memoria. Justamente en su literatura, en la construcción de su narrativa aparecen dos versiones de la memoria. Primero como rasgo de su escritura ya que es un tema reiterativo en muchos de sus cuentos y segundo como matriz de sus obras a partir del linaje, la herencia y lo atávico que en esencia se confunden con lo emocional y lo pulsional.

La máxima expresión de lo mnémico en Borges es la obra Funes el memorioso[1], un compendio de su filosofía y de su juego psicológico que repite en otras obras pero tiene este molde procedimental. Funes, el hombre que puede recordar absolutamente todo, y cuya memoria lo termina destruyendo, es el símbolo de la ficción borgeana. Piglia analiza acá el paradigma de la emoción pura, del pensamiento lento, de la pulsión en estado liminar y sin evolución, vale decir del comportamiento animal del ser humano. La memoria es el origen y el origen es la barbarie, lo primitivo, lo atávico. Borges vuelve en este juego de ida y vuelta desde lo primitivo a la civilización a mostrar su profunda raíz dialéctica: por un lado su inclinación por la memoria y el origen y por otro su pertenencia al mundo de la biblioteca, o sea a la erudición.

Por eso la memoria en Borges es mirada como un recurso ficcional fundamental en el cual él juega con su propia memoria: su tradición, sus antepasados, el linaje familiar. Sin embargo tan pronto se apodera de los recursos que esta le ofrece, la transforma en su opuesto: la novedad, la evolución, la civilización que se impone. La aristocracia borgeana cede paso a su modernidad y es el hombre de lo fantástico, los mundos verosímiles pero increíbles, la enciclopedia: tlön, uqbar, orbis tertius.

El cuento en el que quizás esté mejor reflejado el paso del estado primitivo al evolutivo es Las ruinas circulares[2] en el que enaltece la creación, no como un concepto religioso sino justamente como un devenir natural. El ser humano como creador de sí mismo ¿hay algo más materialista dialéctico que esto? y sin embargo se sigue aludiendo a Borges como un idealista kantiano o un existencialista. Nada más lejos de la realidad.

Haz lo que yo digo y no lo que yo hago

Piglia descubre en Borges -y lo expone en sus clases de manera coloquial y afable- un concepto muy profundo que aunque no lo explicita se puede advertir en su discurso: el del Borges dialéctico. Vimos en la primera parte como Piglia -de modo inocente o deliberado- propone un “raro” comportamiento del escritor. Borges pretende unir Civilización y Barbarie. Lejos de separar estos opuestos los combina de un modo magistral, así une a El hombre de la esquina rosada con El Aleph, la pulsión de muerte con el descubrimiento de un mundo laberíntico pero racional; lógico-matemático. Pero aún hay una unidad superior que se expresa entre Funes y Tlön, entre Sur y La Rosa de Paracelso, entre Nicanor Paredes y Pierre Menard, entre el ensayo de Evaristo Carriego[3] y los nueve ensayos dantescos: la unidad entre la Memoria y la Biblioteca. Porque donde aparecían separadas ahora están unidas como el cerebro límbico y la corteza cerebral. Porque entonces la hermenéutica borgeana, la semiología y la filosofía del escritor trascienden la simple contradicción lógico-formal para establecerse como un pensamiento contradictorio, evolutivo y superador.

¿Pero cómo un escritor aristocrático, más cercano al conservadurismo que al liberalismo burgués, más proclive a la derecha que a la izquierda, con algunas actitudes políticas polémicas y otras reprochables podría entonces erigir o sostener un pensamiento y una filosofía cuasi marxista? Difícil de comprender si uno no se despoja de los prejuicios, si uno no llega a Borges con una actitud abierta, crítica pero permeable, y entiende como lo hacía Hegel que la forma y el contenido guardan entre sí una relación dialéctica, y si uno no se despoja de la mirada esquemática de la “forma” es probable que se pase por alto el contenido.

En Borges funciona el viejo refrán que dice: Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago. Piglia descubre que Borges empieza su carrera con el linaje y la tradición, que ahí se siente “cómodo” por eso parte de los gauchos, sigue con los compadritos y los malandras del arrabal y analiza así a Hernandez, a Ascasubi y a Lugones; pero “no quiere” quedarse ahí porque la biblioteca que heredó de su padre -y él enriqueció- lo empujan al delirio de la Gran Enciclopedia Universal, al mapa, al orden, al mapeo del mundo, a unos circuitos perfectos, unos círculos abstractos maravillosos y unos laberintos lógico-matemáticos tan intrigantes como fascinantes. Es en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, La biblioteca de Babel y El jardín de senderos que se bifurcan donde aparece el verdadero y majestuoso Borges, por sobre todo su andamiaje superfluo de ideas políticas reaccionarias, palabrerío y frases polémicas y hasta cierto desprecio pequeñoburgués de otros escritores “populares” que fueron complementarios y solidarios en sus contenidos con él. Sartre[4] decía que Paul Valery[5] era un pequeño-burgués pero que no cualquier pequeño-burgués podía ser Paul Valery. O sea que desprendido de la capa social -reprochable o no- que el escritor tenía había algo “diferente” e ineluctable que también está presente en Borges, como lo está en Cortazar, en García Marquez, etc. Lo diferente, lo que lo hace genial, es esta superación que hace que hasta los folletines y novelas populares se vuelvan magníficos ensayos en la narrativa borgeana, con una poesía y una prosa de tal belleza que hasta nos olvidamos de que tratan. Solo leerlos es un placer difícil de comparar en el terreno de la lectura literaria. Y así como Herman Melville[6] demostró que después del folletín de Moby Dick se puede escribir una obra de arte como Bartleby[7], Borges demostró que después de Fervor de Buenos Aires se pueden escribir Tlön, Babel y El Aleph. Dialéctica pura.

Paul Valery

El adn de un escritor

Piglia postula que la memoria y la biblioteca estaban en Borges antes de la escritura. Vale decir que cuando Borges escribe sus primeros textos desde su imaginario, su conciencia y su lengua materna tiene presentes estos dos paradigmas. La abultada biblioteca paterna es el mundo de crianza del escritor y allí aparece en primer lugar la erudición incluso cuando todavía no reflejaba la tradición, el linaje y la familia. Borges trabaja en la biblioteca desde muy pequeño y por eso la erudición es previa a la tradición. ¿Pero entonces porque este escritor comienza su carrera escribiendo su ficción basándose en cuchilleros y guapos del arrabal?

Al momento de comenzar su escritura, al momento iniciático de Borges, las herramientas preformadas en la ardua lectura de clásicos y grandes escritores determina las condiciones de esa literatura naciente. Pero ni bien recorre los primeros pasos, el apogeo materno lo impulsa a buscar sus orígenes. Piglia se pregunta ¿Cómo se imagina Borges sus comienzos? Esta pregunta la plantea como una pregunta básica que se hacen todos los escritores cuando su carrera está consolidada. Y responde que se imagina en sus tertulias con su madre y su abuelo materno, que fue militar y que impregnaron al escritor del linaje y la tradición. O sea que al momento de escribir sobre la marginalidad del arrabal, Borges era un chico bien formado en la Academia pero que se sintió atraído, excitado, por lo que Piglia llama la Barbarie y que mejor corresponde designar como mito de origen.  La mirada de investigador del escenario social, del histórico, sobre el que se constituye la poesía y la literatura gauchesca lo coloca fuera de ese escenario. No es ya el payador que quiere impresionar al público con su lenguaje chabacano y forzoso sino el antropólogo que se siente excluido de la experiencia directa del gauchaje pero se aferra a esa tradición y a esa cultura para construir la propia. En esto Piglia es categórico: Borges no se preocupa por el argot gauchesco o arrabalero, por el lunfardo, porque está afuera. En cambio Roberto Arlt[8] vive el lunfardo y el argot porteño porque está dentro de él, sus personajes son excéntricos, enloquecidos, absurdos, raros pero son parte de la mirada popular. Los de Borges, aún Francisco Real, Nicanor Paredes o Dahlman, son más intrigantes, más misteriosos, no son directos, son en cierto modo fantásticos. Burroughs[9] escribe sobre el hampa porque vive en ese mundo. Más allá que no sea un delincuente ni camine de la mano de mafiosos, su escritura nos coloca de lleno en esa atmósfera y la refleja a la perfección. Borges en cambio transmuta la mitología del compadrito o el cuchillero y desde ahí crea la ficción. Vale decir que lo mismo da Francisco Real que la inglesa que abandonó a los huincas y vive en la poligamia de los indios, fascinada con el cacique y negandose a regresar a la civilización como el barbaro que se pasa a la civilizacion romana para combatir a los barbaros y por Roma. Porque en todos ellos lo que prima es lo fantástico. Dice Piglia en sus clases que Borges lo tiene todo: la memoria y la biblioteca y Arlt no tiene nada. Está despojado de un linaje al que representar y entonces sus narraciones parten del vacío, de lo sombrío y pone como ejemplo El juguete rabioso donde delincuelntes roban una escuela como símbolo de la pérdida de toda identidad, raíz o linaje. Arlt aplica la barbarie pero no para crear el mito gauchesco sino para crear un mito urbano pero no llega a la “Academia” porque sus narraciones son el reflejo directo de su época.

Roberto Arlt

Sin embargo y pese a estas diferencias Piglia concluye que no se puede comprender a Borges sin pensar en Arlt. Y tal vez en Lugones y porque no Cortazar, agrego yo.

Una vez más la dialéctica en Borges

Dice Piglia que a Borges siempre hay que volver a leerlo porque cada vez que volvemos sobre su lectura encontramos nuevos elementos que antes no habíamos descubierto o que se nos pasaron porque están almacenados en un panal inmenso de memoria. Entonces concluye que la memoria en Borges es en última instancia la generación del olvido. Esta contradicción inmanente de su narrativa expresa que Borges no es solo un personaje que escribe contemplando el mundo sino que va a buscar, a explorar, y también a construir el mundo, el mundo fantástico, el verosímil pero increíble mundo de laberintos y ruinas circulares. Tanto es así que su ceguera progresiva lo alejó justamente del mundo sensible, al menos del de las imágenes y también del de la lectura. Borges va en busca del orden, del compendio enciclopédico de una realidad ficcional pero que nos permea incesantemente. En definitiva busca la civilización y la perfección pero al cabo esta perfección termina siendo imperfecta. Piglia explica esta paradoja del abandono de la memoria, el linaje, la tradición para entrar al presente pero sobre todo al futuro, un futuro que no es una concreción o un resultado sino un horizonte. Dice que el escritor no inventa la ideología; el mundo social forma parte de la materia prima de la obra y cada uno lo usa como puede. Para Bajtin[10] la ideología trabaja cuando un escritor/a está empezando. Pequeños fragmentos de esa ideología se van cristalizando de a poco. Al final se puede ver completa esa ideología.

Mihaíl Bajtin

Siguiendo a Piaget[11] podemos decir que Borges inicia su obra con un estado mínimo de conocimiento y mediante sucesivas equilibraciones maximizantes (no exentas de crisis) llega a un estado de máximo conocimiento pero que nunca se cierra. El círculo, o más bien la espiral, sigue ascendiendo.

Un lector miope

Si se hubiera escrito el destino de Borges en alguna novela de Dante o Cervantes se hubiera pensado en una mueca o burla de ese destino porque el hombre “que se jacta de sus lecturas y no de lo que escribe” termina en 1960 prácticamente ciego. Pero más allá de la enfermedad que lo arrojó a la ceguera fue sin duda la lectura inmensa, eterna y obsesiva, miope porque lee muy cerca y no solo físicamente sino intelectualmente, quien lo llevó a enceguecer porque la luz de la biblioteca fue tan intensa y profunda que lo encandiló y lo sumergió en su propio mundo fantástico construido de paradojas, de sortilegios y otras vicisitudes. Al igual que su personaje Funes, Borges quedó subsumido en su propia lectura, o sea en la memoria.

Piglia reconoce que en el siglo XX existen dos grandes tipos de lectores. Un lector tipo Kafka[12] y otro lector tipo Borges. Kafka representa la continuidad absoluta de la lectura, por eso soñaba con un sótano largo repleto de libros donde leer eternamente sin interrupciones. Kafka decía que no podía escribir. Los buenos escritores tienen dificultades para escribir en el sentido de que no pueden tener una proliferación excesiva de volúmenes. Lo real irrumpe la lectura. Para Kafka la cultura es como una oración, una pausa entre el ruido y el caos. Kafka es lector de un solo libro (hermenéutica judía, extraordinario lector de Dickens). A diferencia de este, Borges lee un libro que remite a otro y este a otro y así sucesivamente. Y aunque nos cueste creerlo eso hoy es la web, la hipertextualidad en tiempos analógicos. Siempre falta algo por leer y esa lectura no tiene fin.

Borges siempre lee una serie. Copia lo que lee, cultiva un gran arte de las citas. Toma una metáfora y la sigue; construye una cadena; ejemplo de esto son los duelos que se repiten en su ficción indefinidamente (unos son los de cuchilleros).

Pero también es contradictorio aquello que lee porque se dice que leía géneros “menores”. Borges es fan de Chesterton, de Dickens, de Stevenson, etc. Casi que se dedicaba a folletines. No le gustaba Proust y en general prefería a los escritores ingleses o yanquis antes que a los franceses. Y desde ya los clásicos españoles. Los clásicos rusos e italianos. También los alemanes. Y sus lecturas filosóficas iban desde Platon hasta Sartre pasando por toda la historia de la filosofía.

En síntesis, un lector obsesivo que convierte la lectura (con la intertextualidad) en escritura y en una estética literaria.

Concluyendo, digamos que en Borges la memoria y la biblioteca son dos pilares opuestos y solidarios en su construcción narrativa. En la próxima y última parte veremos un tema fundamental: la identidad y la diferencia. La esencia fundamental de su obra.


[1] Funes, el memorioso es un cuento de J.L.Borges que integra el volumen Ficciones (1944)

[2] Cuento de J.L.Borges en Ficciones (1944)

[3] Evaristo Carriego es un poeta argentino vinculado a la bohemia y a la nostalgia por lo que se lo relaciona con la Vieja Guardia del tango. Nació en 1883 y falleció en 1912 de tuberculosis a la edad temprana de 29 años. 

[4] Jean Paul Sartre fue un escritor, filósofo y ensayista francés del siglo XX que se inició como marxista y terminó defendiendo el existencialismo.

[5] Ambroise-Paul-Toussaint-Jules Valéry (1871-1945)fue un escritor, poeta, ensayista y filósofo francés. Como poeta es el principal representante de la llamada poesía pura; escribió novelas, cuentos y ensayos. (Wikipedia – modificado)

[6] Herman Melville (Nueva York, 1 de agosto de 1819-Nueva York, 28 de septiembre de 1891)​ fue un escritor, novelista, poeta y ensayista estadounidense, del período del renacimiento estadounidense. (Wikipedia)

[7] «Bartleby, el escribiente» fue publicado por primera vez, de forma anónima y en dos partes, en los números de noviembre y diciembre de 1853 de la revista Putnam ‘s Magazine… El cuento tuvo escaso éxito inicial tanto entre lectores como críticos, aunque su importancia y reconocimiento no han cesado de aumentar desde entonces. (Wikipedia)

[8] Roberto Emilio Godofredo Arlt (1900-1942), más conocido como Roberto Arlt, fue un novelista, cuentista, dramaturgo, periodista e inventor argentino.​​​ Sus obras más importantes son: Saverio, el cruel, Los 7 locos, El juguete rabioso, 300 millones entre decenas de cuentos y novelas.

[9] William Burroughs (1914-1997) fue un escritor estadounidense de novelas experimentales que evocan, en una prosa deliberadamente errática, un mundo de pesadilla, a veces tremendamente humorístico. Sus principales obras son: Yonqui, Queer, La máquina blanda, entre otras.

[10] El filósofo ruso del lenguaje Mijaíl Bajtín (1895-1875), a pesar de no haberse ocupado del folclore y la tradición oral sino de la literatura escrita más bien canónica, utiliza ampliamente el vocabulario relacionado con lo oral, la voz, el oído, la escucha, el tono, la tonalidad, la entonación, el acento, etc. A diferencia de otros teóricos, como Walter Ong, no maneja la oralidad como un dominio aparte opuesto a la escritura, y no hace una drástica división entre cultura oral y cultura escrita como dos ámbitos contrastantes.

[11] Jean William Fritz Piaget, conocido como Jean Piaget (1896-1980), fue un biólogo suizo, pionero de la psicología evolutiva y padre de la epistemología genética, reconocido por sus aportes al estudio de la infancia y por su teoría cognitiva constructivista del desarrollo de la inteligencia.

[12] Franz Kafka (Praga, 1883 – Kierling, Austria, 1924) Escritor checo en lengua alemana cuya obra señala el inicio de la profunda renovación que experimentaría la novela europea en las primeras décadas del siglo XX. Sus obras más importantes son: La metamorfosis y El proceso.

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