lunes, 17 marzo, 2025
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Mazón se pasa a Vox

El president de la Generalitat, Carlos Mazón, acompañado de la consellera de Hacienda, Ruth Merino, y por la vicepresidenta de la Generalitat Valenciana, Susana Camarero, realiza una declaración institucional en les Corts con motivo de los presupuestos / Rober Solsona – Europa Press

Carlos Mazón ha iniciado la semana protagonizando una rendición: la de entregar el Consell a la ultraderecha a cambio de salvar su propia cabeza. Mazón no ha presentado un acuerdo para aprobar presupuestos, sino que en su huida hacia adelante ha dejado atrás a su propio partido, que se supone sigue siendo el PP, para convertirse en el portavoz de Abascal. Con sólo 13 diputados sobre 99, siendo la formación con menos escaños del hemiciclo, Vox gobierna de facto y desde ahora la Comunitat Valenciana, la cuarta autonomía española. Lo que debería haber representado un atisbo de luz (que se puedan habilitar las partidas necesarias para remontar) torna por el contrario a augurar nuevos y más negros nubarrones.

Todo en la comparecencia solemne de Mazón, desde el marco elegido, el Salón de los Espejos de las Corts, antigua pista de baile del Palau de Benicarló, hasta quienes le escoltaban, estaba medido al milímetro por Vox. No fue la consellera de Hacienda, Ruth Merino, ni el síndico portavoz, Juan Francisco Pérez Llorca, quienes anunciaron el acuerdo en las cuentas, a pesar de que es a ellos a quien en primera instancia les compete, sino el propio presidente, escoltado por los dos anteriores, mudos a su lado. Y por la vicepresidenta Camarero, la responsable de Asuntos Sociales, Igualdad y todo aquello contra lo que los populistas disparan, también callada y cariacontecida. A la hora de presentar los llamados “presupuestos de la reconstrucción” al que no se invitó fue precisamente al vicepresidente para la reconstrucción, Gan Pampols, al que los renovados dueños de la finca quieren cuanto antes que la desokupe.

Lo que se oyó en esa declaración institucional de Mazón marca un antes y un después en la política valenciana.  Nunca antes se había escuchado a ningún presidente de la Generalitat, ni del PSOE ni del PP, cargar contra Europa. Nunca antes un presidente de la Generalitat, ni del PP ni del PSOE, había hecho un discurso criminalizando la inmigración de esa manera. Atendiendo a Mazón, se diría que el 29O no hubo una riada, sino una invasión. Y que el problema mayor ahora no es amparar de una vez a los que ese día se dejó desamparados, sino llenar las calles de policías y saber la nacionalidad de cada uno de los detenidos para confirmar, si alguno es inmigrante, que estamos en guerra contra los que vienen de fuera. A un mes de recibir como anfitrión en València a los líderes del Partido Popular Europeo, Mazón se separa del discurso más matizado de sus correligionarios, Merz o Von der Leyen, para ir acercándose al extremismo de Trump y Orbán.

No es de extrañar que el líder de Vox reaccionara presto en la felicitación a Mazón: “Va por el camino correcto”. Y tanto. Ha cumplido con todo lo que Abascal le impuso en el almuerzo que ambos mantuvieron hace un par de semanas en Madrid, del que no se informó. Por eso no es de extrañar que Mazón insinuara dos veces durante su comparecencia que lo que ha presentado no es sólo un acuerdo para sacar adelante las cuentas de este ejercicio, sino un pacto renovado de legislatura. Vox podría hasta plantearse volver al Consell. ¿Acaso no se fue porque íbamos a admitir a unos cuantos niños inmigrantes? Pues si ese fue el problema, Mazón ya lo ha resuelto afirmando tajantemente que no entrará ni uno.

Pero en realidad, Vox no necesita estar para mandar, como acaba de demostrarse. Mazón podía haber logrado un acuerdo de presupuestos que no fuera humillante ni para él ni para su partido. Habría ganado aire, habría retomado la iniciativa y habría servido a los ciudadanos, en lugar de enfrentarlos más. Pero, maltrecho como está, ha transigido en todo: a partir de ahora, reina pero no gobierna. Se escribía aquí mismo este pasado fin de semana que Feijóo necesitaba encontrar pronto una solución de transición para la gobernabilidad de la Comunitat Valenciana que no supusiera vender el alma del PP al diablo. Mazón y Abascal, en comandita, se le han adelantado otra vez. Que para que el líder del PP llegue a La Moncloa necesitará de los votos que en el Congreso le pueda prestar Vox tras las próximas elecciones, si es que suman, es algo obvio. El problema para Feijóo es que la Comunitat Valenciana encarna desde ahora la fortaleza de la ultraderecha y la debilidad de lo que él representa. Es el espejo del callejón del Gato.  

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