sábado, 23 agosto, 2025
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Un ejército de jóvenes en la lucha contra el fuego de Larouco (Ourense)

El verde en Larouco hay que buscarlo hacia el sur. El mayor incendio de Galicia desde que hay registros empezó en este municipio y se ha extendido por O Bolo, Petín, A Rúa, O Barco, Vilamartín de Valdeorras, A Veiga, Carballeda, Quiroga y los montes de O Courel, devorando más de 30.000 hectáreas y dejando atrás una zona cero dominada por el negro.

El infierno hizo presencia en Larouco el 13 de agosto, cuando la juventud se preparaba ya para la romería de Freixido, que se celebraría al día siguiente. No hubo cena popular ni DJ porque las llamas barrieron todos los planes del puente del 15 de agosto, el más festivo del año.

El fuego desató demonios y destrucción, y con eso una solidaridad tan descomunal como el horror que provocaba a su paso. Así lo describe la alcaldesa, Patricia Lamela, desconcertada todavía por el «raro comportamiento» de un incendio imparable. Ella sabe bien cómo es enfrentarse a un fuego porque con 19 años trabajó un verano en una brigada municipal y participó en la extinción de incendios mucho menos voraces que este. «Es duro y muy peligroso, recuerdo que pasamos varios sustos. Por eso en Larouco no tenemos brigada; sé lo que es, un curso y a trabajar sin experiencia. Si le pasa algo a un vecino no me lo perdonaría jamás», afirma.

Lamela relata paso a paso cómo se vivieron los primeros minutos, las horas siguientes y, desgraciadamente, los días que ya suma la lucha contra este fuego que se ha llevado por delante casas, negocios y masa forestal. Pero la cara se le ilumina cuando se detiene a hablar de la entrega de los vecinos que se enfrentaron a las llamas con sus propios recursos tratando de evitar el avance de las llamas. Los mayores protegiendo sus bienes y los del vecino, pero sobre todo, los jóvenes, un ejército de veinteañeros que no dudaron ni un segundo en presentarse voluntarios. «Para mí fue un descubrimiento y es un gran orgullo», afirma.

El canal de Whatsapp que el Concello emplea como red de comunicación para difundir bandos municipales se convirtió en el altavoz que señalaba donde estaba el peligro. Si el mensaje era «Todos a Freixido», allí se presentaban con palas, herramientas agrícolas y batefuegos. «Los jóvenes tardaban tres minutos en llegar, y a veces aparecían en los capós de los coches porque no había sitio para todos», relata la alcaldesa. Aguantaron lo imposible. «El último día, cuando los mayores ya estábamos reventados, ellos seguían al pie del cañón», añade.

Uno de los jóvenes, ante una casa ardiendo en Seadur. |

Ellos son más de 40 jóvenes, la mayoría veinteañeros, hombres y mujeres, que se lanzaron a ayudar sin pensarlo. Rubén Pacheco, de 22 años, estudia en Santiago y pasa los veranos en Larouco, donde también trabaja como socorrista en la piscina municipal.

El fatídico 13 de agosto estaba tomando algo en un bar de Larouco cuando alguien recibió la llamada y alertó a los asistentes. «Dijo que estaba ardiendo y que necesitaban ayuda. Muchos salimos al momento y yo envié un mensaje por un grupo de amigos de aquí», relata. Se presentaron en el punto de origen, en un camino entre Larouco y Seadur, donde había una motobomba y un montón de vecinos colaborando. «Hicimos lo que pudimos. Desde tirar manguera a apagar en ciertos sitios y lo que nos decían los efectivos que podíamos hacer. Nos quedamos cinco o seis horas». Cuando se fueron a casa «no pintaba que iba a ser lo que finalmente ha sido».

Las cinco o seis horas iniciales no fueron más que el principio. Durante tres días se volcaron con el fuego. Ya nadie se acordó de la romería de Freixido, aunque las mesas y las sillas ya estaban colocadas. La empresa volvió unos días después a recogerlas.

«Somos un grupo de unas 20 personas en Larouco y otros 20 de Seadur. Muchos nos juntamos y ayudamos en lo que pudimos. Fue muy intenso y lo vivimos con mucha angustia y una sensación de impotencia porque en algunos momentos nos veíamos superados por la situación», comenta Rubén.

Confiesa que enfrentarse a aquello era imponente y que siempre tuvieron muy claro el peligro que conllevaba: «Desde el principio nos propusimos ayudar, pero con cabeza, y por suerte todos estamos bien».

La entrega de estos jóvenes es tal que algunos de los que vinieron por vacaciones han retrasado su regreso. «Hasta que llueva y acabe todo no se van», dice la alcaldesa. Uno de ellos es el belga Ioannis Klimathianakis, de 21 años, que veranea ahí desde que es pequeño. Cuenta que llevaban varios días alerta, ante los fuegos de Maceda. «Los veíamos desde aquí y estábamos pendientes de ellos». El día que empezó a arder Larouco, Ioannis pasaba la tarde con amigos en una cascada. «Nos llamaron y fuimos. Había mucha gente ayudando, haciendo lo que podía, y simplemente nos unimos».

La situación fue a peor y la inquietud crecía. «El segundo día nos dijeron que el fuego estaba en una nave de castañas y fuimos siete, estaba justo al lado del monte y vimos como empezaba a arder, hicimos perímetro con mangueras». De ahí a Freixido y de Freixido a Seadur, donde vieron con impotencia cómo ardían varias casas. En ningún momento se rindieron. «Un orgullo», enfatiza la alcaldesa.

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