El domingo pasado, cerca de las siete de la tarde, Javier Milei salió de la Residencia de Olivos rumbo a Gonnet con un pronóstico pesimista, pero no tanto: le habían adelantado que La Libertad Avanza perdería por tres o cuatro puntos. Apenas una hora más tarde, el panorama había cambiado. El Presidente se enteró de que el peronismo le asestaba una paliza al Gobierno en el principal distrito del país, justo ahí donde él había prometido poner el último clavo del cajón del kirchnerismo, cuando la camioneta que lo trasladaba junto a Karina estaba por ingresar a La Plata. Dicen que hubo unos instantes de crisis personal, de insultos, en los que Milei amagó con volverse, y que fue su hermana la que lo convenció de que debía, al menos, pasar a saludar. En el exclusivo Vonharv de Gonnet, un salón de fiestas con capacidad para 3.600 invitados, no había más de cien militantes y en el VIP la tensión se palpaba en el aire. Había funcionarios que se recriminaban la estrategia y la comunicación de la campaña, y hasta la elección de los candidatos. Algunos por lo bajo y otros a los gritos. Se hablaba, también, de impulsar cambios fuertes y urgentes: “Hay que salvar al Gobierno”, dijo una de las voces más experimentadas del Gabinete.
Doce horas más tarde, Milei ya estaba en la Casa Rosada. En su equipo, a veces con su presencia y en otras en su ausencia, se analizaron varios planes para afrontar la crisis y adelantarse a la apertura del dólar y los mercados. Uno de esos planes, privadísimo, apuntaba a ingresar con la motosierra a su propia administración. La propuesta fue que se precipitaran las modificaciones obligadas del Gabinete por la salida de los ministros que participaron o participan del proceso electoral y aprovechar la movida para anunciar otras. Sonaban, para ingresar, desde Guillermo Montenegro y Diego Santilli hasta el radical Rodrigo de Loredo, al que sondearon para el Ministerio de Defensa. El recambio tenía que venir de la mano de la salida de Eduardo “Lule” Menem, sospechado de corrupción a partir de los audios de Diego Spagnuolo, y de Sebastián Pareja, el responsable de la campaña bonaerense.
La idea no llegó a pasar el filtro de Karina. “De acá no se va nadie”, hizo saber la hermanísima. Y no se fue nadie. Milei, que en la noche del domingo se había reunido con ella y con Santiago Caputo -al que hizo subir al escenario por primera vez-, acaso con la idea de relanzar el Triángulo de Hierro y volver a empoderar a su gurú. No consistió más que en un amague, lo que disparó un enigma crucial, que se trasladó con la velocidad de un rayo a los distintos círculos de poder: ¿Cuánto manda Milei y cuánto su hermana? ¿Karina es la persona más influyente del Gobierno o, como ironizan algunos, es la que le cede la conducción de la economía a su hermano?
Milei, Javier, creó ese lunes una mesa política, una invención que detesta pero de la que ahora se puso al frente. Lo anunciaron por la red social X. La integran, junto a ellos tres, Guillermo Francos, Manuel Adorni y Patricia Bullrich. Una mesa que, en lo informal, ya existía: cualquier semejanza con la casta es, seguramente, pura coincidencia.
Pero había más. Lisandro Catalán, que se desempeñaba como secretario de Interior, pasó a ser ministro del Interior. Lo mismo, pero con un rango mayor. La vieja política se deleita. A Catalán le ordenaron que retome el diálogo con los gobernadores, la mayoría ofendidos por las promesas incumplidas en el envío de recursos y por los cierres de listas provinciales. Catalán obedeció, pero con el fantasma de “Lule” Menem coqueteando sobre sus pasos. No sería, lo que se dice, un buen comienzo.
El jueves, cuando el chaqueño Leandro Zdero asistió a la Casa Rosada el que lo recibió fue “Lule” Menem. Charlaron durante dos horas. El principal asesor karinista también habló por teléfono con varios mandatarios y estuvo a punto de reunirse con Rogelio Frigerio y Alfredo Cornejo. ¿Por qué no lo hizo? ¿Será cierto que uno de ellos eludió la cita con un pretexto, aunque en realidad lo que temía era que lo dejaran pegado con una foto?
La flamante mesa política trazó una serie de cuestiones con las que buscará cambiar el humor social y llegar con mejores chances a las elecciones nacionales del 26 de octubre. Una de ellas establece dejar de hablar de macroeconomía y referirse a “la economía de las familias”. Menos Rothbard y más calle. Se oye, de fondo, una recriminación al mismísimo jefe de Estado, que hasta hace una semana parecía intocable: “Javier tiene que dejar de pelearse con los economistas y hablarle a la gente que no llega a fin de mes”.
El segundo punto sobre el que trabajará la mesa, además del diálogo con los gobernadores, apunta al Congreso. Procurarán una mejor relación con diputados y senadores nacionales que supieron ser aliados y hoy se muestran como feroces opositores. No será una tarea sencilla. Milei acaba de vetar el aumento del financiamiento universitario, la declaración de emergencia en pediatría y la ley de distribución automática del Fondo de Aportes del Tesoro Nacional.
Los ATN pusieron en guardia a los gobernadores, en especial a los integrantes de Provincias Unidas, Martín Llaryora (Córdoba), Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Gustavo Valdés (Corrientes), Ignacio Torres (Chubut), Claudio Vidal (Santa Cruz) y Carlos Sadir (Jujuy). En una cumbre en la Exposición Rural de Río Cuarto se acordó trabajar para rechazar el veto presidencial, al que podrían plegarse mandatarios de otros espacios. Milei intentaría contrarrestar la ola de rebeldía con algún anuncio puntual. “Si aparece la plata, todo cambia”, afirma un operador provincial.
El último punto que trazó la mesa nacional tiene que ver con la convivencia interna, alterada como nunca desde la aparición de los audios de Spagnuolo, que ahora son más que eso: el jueves, por primera vez, un testigo declaró ante la Justicia que los audios del ex titular de la Agencia Nacional de Discapacidad son auténticos. No se trata de cualquier testigo. Es Fernando Cerimedo, ex asesor de Milei, que fue jefe de campaña presidencial digital y es dueño del 50% del portal de noticias La Derecha Diario.
“Se tiene que terminar la guerra interna”, dice uno de los funcionarios mejor vistos por Milei. Otra tarea titánica. Karina y Caputo no tienen, ni por asomo, el vínculo que los unía en los albores de la gestión. Caputo luce incómodo con el recorte de poder y hasta habría evaluado la posibilidad de irse después de octubre: ¿amenaza o realidad? Sandra Pettovello está molesta por la no toma de decisiones en el caso Spagnuolo y hubiera preferido una mayor determinación en la actitud pos derrota, lo mismo que Patricia Bullrich. Y Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, tuvo que ocuparse hasta la semana pasada de salir a despegar al Gobierno de los dichos del incontrolable Gordo Dan, el referente de Las Fuerzas del Cielo.
El rol de Martín Menem también está bajo discusión. No se habla con Santiago Caputo y lo critica cada vez que puede. “Me opera por todos lados, me manda a los periodistas”, decía en el búnker, la noche del domingo. Menem, además, aparece salpicado por su relación con los Kovalivker -dueños de Suizo Argentina, la droguería acusada de pagarle coimas al Gobierno- y por los contratos del Estado con empresas que fueron suyas y hoy pertenecen a su familia. Sus colegas le auguran para diciembre el final del mandato al frente de la Cámara de Diputados. “Se le fueron ocho diputados propios y lo están esperando los ajenos para pasarle viejas facturas”, dicen en los pasillos del Parlamento.
La tirantez constante de la política se trasladó al equipo de Luis Caputo, quien ya no oculta su malestar por los escándalos que sacuden a la Casa Rosada, que complican su gestión. El ministro de Economía anda a los saltos. El dólar subió a 1.465 pesos el viernes (un incremento de $ 85 en la semana), roza el techo de la banda y podría tener que ser intervenido, pese a que las reservas son escasísimas. Los bonos se desplomaron y el riesgo país superó la barrera de los 1.000 puntos básicos. La buena noticia de la semana llegó desde el Indec: la inflación fue de 1,9% en agosto, lo que equivale a un alza del 19,5% en los ocho meses del año. Es un logro muy importante. El tridente Alberto Fernández-Cristina Kirchner-Sergio Massa se había despedido en diciembre de 2023 con un 211,4% y con las tarifas pisadas. Hay que decirlo: pudo estallar una bomba y no estalló.
Milei basó su gestión y su relato en esa baja y en el equilibrio de las cuentas públicas, que resultan, desde luego, muy insuficientes. Los bonaerenses le dieron la espalda y prefirieron premiar al peronismo, al que el Gobierno enfrentó con un slogan que ahora se volvió un búmeran, según la lectura de empresarios e inversores extranjeros. El kirchnerismo, o lo que queda de él, no desapareció, como prometía infantilmente el mileísmo. Cristina Kirchner festejó desde el balcón de su prisión, en San José 1111 y Axel Kicillof, a quien Milei llama “enano comunista y tirano de aldea” quedó en una posición expectante para la próxima carrera presidencial.
La dura derrota electoral pone en juego el temple del Presidente. Milei arrancó en política en 2021, con una gran elección en la Ciudad de Buenos Aires, que lo consagró diputado. Al otro día de aquel triunfo, anunció que su plan era gobernar el país y arrancó una campaña mediática y en redes que no tuvo descanso. Lo obtuvo en tiempo récord y desafiando a las dos corrientes políticas mayoritarias, el kirchnerismo y el macrismo, a quienes pasó por encima, primero en las PASO, y luego en el balotaje frente a Massa. Esta es su primera caída electoral. El Gobierno acumula demasiados problemas y el mundo no ayuda.
Mañana, a las 9 de la noche, el país escuchará a Milei por cadena nacional. Anoche, el Presidente, escribía a mano su discurso.