El Ayuntamiento de Córdoba, guardián de las buenas costumbres, acaba de emitir la nueva regulación musical (en adelante, SipotifyCor) de la Feria de Mayo, que consiste en la obligación de emitir, hasta las cinco de la tarde, «música de ambiente tradicional andaluz» (dicen las bases), en el que se incluye el flamenco propiamente dicho -«sevillanas, bulerías, fandangos, alegrías»-, sus variantes híbridas como la rumba flamenca (que es, básicamente, catalana) y «otras expresiones musicales de raíz folclórica andaluza», que se dejan a la creatividad del que haga la lista de reproducción.
A partir de las cinco, ya se puede poner a Daddy Yankee a todo meter, no sufran. Pero hasta esa hora, ya saben lo que hay: les pueden martirizar impunemente la ración de pinchitos con una larga sesión de bulerías, martinetes y cosas así. Quejíos inmortales, guitarrita y parma que decía Camarón, de las que hacen que te quieras tirar al río en un arrebato de hartura. Me tienen media hora escuchando fandangos y me da una alferecía, desde aquí lo digo.
Son curiosos los liberales municipales, estos de ahora. Son tradicionales, pero de una a cinco nada más. Durante cuatro horas, sacrifican el libre albedrío, que es derecho natural, en pro de una regulación centralista, un comunismo musical llegado el caso. Uno es más partidario, qué se yo, de que la municipalidad se haga cargo de la seguridad de las personas, evite picarescas de precios, señale las falsas casetas de asociaciones (que son todas) convertidas en sucursales de discotecas mercantiles, aclare el régimen de cierres que permite clubes privados pagados con dinero público e imponga unos límites de contaminación acústica compatibles con la vida. Entre acudir a la procesión extraordinaria de las mártires y cepillarse los restos de la basílica martirial mozárabe, ya saben dónde pueden encontrarlos de una a cinco.
Junto al parte meteorológico de la AemetCor (bien visto, alcalde, así se solucionan las cosas), la municipalidad podría poner la lista completa recomendada de canciones tolerables. Porque, tal y como la han redactado, no se puede poner a Loquillo, pongamos por caso, y habrá que poner el tostón del Vito en plan random. Y habrán ganado los especímenes pintorescos de la municipalidad, que te comen la cabeza con la feria del señorío, la caballería y la niña lánguida, cuando la gente lo que quiere es ir en camisetilla y que no le nieguen la entrada en las casetas del alto funcionariado subvencionadas con dinero público.
Uno, en cuestión de gustos, siempre ha sido de no meterse. Porque, si no, acabas como el Hurtado y la Badanelli en el Pleno, que hasta nazi y gayfóbica se llamaron. Y que el pueblo ponga en el Sipoty lo que le salga de las narices, que es atribución nacional desde la reciente muerte de Franco. Que, según la tele y el Gobierno, la palmó, bro.
