sábado, 27 diciembre, 2025
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El año de la metralla

No es fácil encontrar las palabras para el último artículo de este 2025 que ha pasado como un suspiro y que ni siquiera recuerdo en su totalidad. El año más extraño de mi vida, puede que hasta el más determinante -no sé, porque aún no he llegado a asumir qué ha pasado, si es que llego a tenerlo claro-.

Muchos dirán que he sido muy afortunada: he conseguido tener un piso propio gracias a la ayuda de mis padres. Bueno, en realidad es más suyo que mío, pero me han dejado convertirlo en mi hogar. Un hogar que me pasé 5 meses buscando, 2 más haciendo propio y que luego no recordaba. Después, la vida en juego y volver a empezar. Mi amigo Javier no para de repetirme que estoy viva y que no me he quedado como una persona dependiente tras el ictus. Yo digo que sí y callo. Para mí no es suficiente. Estoy jodida igualmente por dentro.

Lo que sólo unas pocas personas saben es lo que duele vivir después de casi haber muerto y que mi pecho luce ahora lleno de cicatrices redonditas como balazos: heridas de la metralla de estar viva. Depresión, ansiedad, la vuelta de los desajustes del TCA… Llorar durante horas, dormir para desaparecer del mundo. Volver a empezar el duro trabajo de caer y tener que levantarse y seguir con más dificultades aún que antes del hospital (como si fueran pocas ya).

Francamente, no me he dado cuenta de qué pasaba a mi alrededor. O sea, ahora soy incapaz de hacer un balance de la escena política nacional o internacional (ni siquiera cultural) más allá de mi compromiso con una Palestina libre del genocidio al que la han condenado y que ya ni siquiera sale en los medios. Esto me ha hecho recordar lo mucho que ansiaba ser reportera de guerra y desear con todas mis fuerzas estar allí jugándome la vida por una causa en lugar de estar aquí en la cuerda floja constantemente simplemente por el hecho de estar viva. Estaría mucho mejor empleada, sí. Sentiría que al menos tiene un sentido. Sin embargo, aquí… De nada sirve la poesía o estos textos. Ya no palia el dolor la belleza del arte. O el cine. O el amor de los amigos. Nada.

Ni siquiera sé si seré capaz el 31 de tomarme mis tradicionales 12 conguitos y ver Cachitos en la 2. Pero os deseo que ese día cantéis muy fuerte Un año más de Mecano mientras preparáis la cena y que entréis en 2026 con ilusión –las celebraciones sólo lo son si van acompañadas de ilusión–. Una vida digna lo más alejada posible de todo sufrimiento. Que riáis mucho, que améis con los ojos cerrados. Que encontréis cosas que os conmuevan, que alcancéis lugares donde rocéis la felicidad. Que valoréis más la salud y menos el dinero y que cultivéis los vínculos para que florezcan y abriguen. Que os sintáis lo más plenos posibles, que no oséis rozar la maldad.

*Escritora

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