jueves, 14 noviembre, 2024
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Pablo Alarcón convocó y conmovió a una multitud en Plaza Francia con su espectáculo a la gorra

El escenario es un pedazo de lona azul tirado en el piso. Pablo Alarcón está vestido como si fuera el Arcipreste de Hita. Al lado, el músico que lo acompaña en esta faena a la gorra: Augusto Gavilán. Igual que la semana pasada, cuando produjo flor de revuelo viral, el galán maduro se encuentra frente a la Iglesia del Pilar, en Plaza Francia, listo para una de las cuatro funciones gratuitas del día.

Durante una entrevista con este diario, Alarcón había dicho que la apuesta no era pasajera y que buscaba dos cosas: “Hacer guita y hablar mal de los corruptos”. Lo que está por arrancar este domingo es una nueva presentación de El discurso de la servidumbre voluntaria, escrito por el filósofo francés Étienne de La Boétie en 1548.

La envidia de la estatua viviente, Pablo Alarcón. Por tratarse de teatro a la gorra, una auténtica multitud lo rodea en una tarde de domingo casi perfecta. No hace frío y el sol acaricia las mejillas acicaladas del actor. Serán casi dos horas de shows en continuado.

Pablo Alarcón llegó a la plaza de Recoleta con su vestuario. Pura autogestión. Y su gorra recibió su merecido. Foto Constanza Niscovolos.

Pablo Alarcón llegó a la plaza de Recoleta con su vestuario. Pura autogestión. Y su gorra recibió su merecido. Foto Constanza Niscovolos.

Alarcón viene siendo noticia porque, al igual que muchos argentinos, encontró una forma alternativa de esquivar la crisis económica haciendo un espectáculo que no tiene un valor determinado. Cada uno puede colaborar con lo que desee.

Perturba, desordena ver a un tipo con 80 ficciones en sus espaldas, a un intérprete que fue de Chejov a Muscari, recibiendo billetes sueltos. Una señora que lo celebra desde una supuesta primera fila pone dos de 500. A cambio de cada contribución, el público recibe un cuadernito fotocopiado con el texto del filósofo francés.

En términos teatrales podría tratarse de una pieza breve. En términos políticos, de una arenga opositora. Por estas horas, leemos en las redes que Pablo Alarcón debería ser declarado “ciudadano ilustre”. También hay gente que se comunica con este diario para decir: “Pablo es un actorazo, quiero depositarle un regalito en su cuenta”. O un mail desde donde preguntan si “aceptará algunas frazadas”.

Un vendedor ambulante que cobra 1.800 pesos por un licuado de frutas se acerca al actor y le regala uno: «Invita la casa«. Una señora de capa y zapatillas aladas, como arrancada de Harry Potter, lleva un cartel manuscrito: “Más amor, por favor”. Dos mil pesos pone otra mujer: “Lo mínimo que puedo hacer por un artista de su envergadura”.

Pablo Alarcón presentó

Pablo Alarcón presentó «El discurso de la servidumbre voluntaria». foto Constanza Niscovolos

Si éste fuera el público de Alarcón, habría que decir que es gente que creció con el Magiclick y debutó en internet con hijos ya egresados. Personas transitando la madurez con elegancia y carillas dentales. Runners electrizantes que hablan de “sociedad decadente y enferma”. Personas que escuchan a Céline Dion y si eligen series preferidas deberían dudar entre Bonanza y Valle de pasiones.

La obra se llama El discurso de la servidumbre voluntaria y podría codearse con uno de esos típicos sermones anti “casta” que oímos por estos días.

Sería algo anacrónico tildarlo de “anarquista”, pero la tesis de lo que manipula Alarcón zumba una reflexión libertaria sobre el principio de autoridad. La Boétie le hablaba a personas privadas de su libertad: “¿Cómo puede ser que tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soporten a veces a un tirano solo, que sólo tiene el poder que le dan?”.

Teatro en la plaza sobre arenas políticas

A la manera de un juglar, Alarcón reproduce fragmentos para un auditorio que entiende la consigna: “¡Ya se van!”, grita una persona de negro. “Ya se fueron…”, devuelve otro.

Como si hubiera sacado entrada, la gente fue especialmente a verlo al aire libre. Y a escuchar su propio discurso. Foto Constanza Niscovolos

Como si hubiera sacado entrada, la gente fue especialmente a verlo al aire libre. Y a escuchar su propio discurso. Foto Constanza Niscovolos

“Es una intervención política”, repitió el actor, lamentando que su vocación sea cada vez más difícil de ejercer. Y lo dijo estimando, por las nubes, que “el 99 por ciento de la colonia artística no tiene trabajo”.

La aglomeración de curiosos, sin proponérselo, se transformó en el acontecimiento teatral más promocionado del año: viejo galán conocido actuando a la gorra en espacio público. Ni a Carlos Rottemberg, con 40 años de empresario teatral, se le hubiera ocurrido semejante cosa.

El ex galán llegó caminando despacio, serio. Con el vestuario encima. Todavía faltaba media hora para la actuación cuando un tipo más abrigado que el rey de espadas pidió un “fuerte aplauso”.

Ahí vienen dos mujeres a paso vivo. Quieren saber dónde es “lo de Pablo Alarcón”. Una tarotista les señala el lugar apuntando con el mentón. Enseguida se sacude el ambiente porque surge una presencia sutil que parece vigilada por un bufón añoso. Alguien arriesga: “¡José Sacristán!”, en referencia al actor español. Falsa alarma.

Con Alfa en la platea

El que sí llega y eclipsa un poco es Alfa, de Gran hermano. Los teléfonos se distraen y la atención en Alarcón se despilfarra. “Viniste a hacerme competencia”, sonríe el actor. “Naaa, che, no digas así…”, suplica el mediático con su pañuelo en la cabeza a lo Leonardo Favio.

Alfa, el personaje más televisivo de

Alfa, el personaje más televisivo de «Gran hermano», fue a apoyar la iniciativa de Alarcón. Foto Constanza Niscovolos.

Pareciera que todo el mundo sabe quién actúa hoy en Plaza Francia. Hay algo de reminiscencia tribal. Sólo faltaría compartir un fuego colectivo. El guion escrito en el 1500 tiene alcances de tribuna de doctrina y Alarcón dice que el texto es glorioso.

“Habla sobre el hartazgo de un ciudadano sometido un gobierno corrupto, insaciable, voraz y ladrón”. A los 77 años, este confeso votante de Patricia Bullrich, y ex galán de telenovelas como Rosa de lejos, luce entero, íntegro, ágil, enfocado.

“Somos millones los que estamos en la misma situación… Zafando como se puede”, se enoja una mujer. “Un gran actor que ganó mucho dinero sin pensar en el mañana. No somos eternamente jóvenes”, opina Marta, vecina de San Pedro. “¡Qué actorazo! Me da vergüenza y tristeza la situación que está pasando…”, suma Laura Aguiar.

Entre función y función, algunos caminan hacia él, pisan la lona del escenario y, sin querer, ya están entre bambalinas. Saludos. Manos al hombro del actor. Fotos y entrevistas a dos canales de television.

Una selfie con el galán maduro de novelas inolvidables. Foto Constanza Niscovolos.

Una selfie con el galán maduro de novelas inolvidables. Foto Constanza Niscovolos.

Alarcón, que conoce el oficio de sonreír en público, manda su mirada satisfecha hacia la gente y, antes de perderse detrás de unos árboles, anuncia que próximamente habrá más: «Plaza de Mayo y Congreso«.

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