viernes, 7 noviembre, 2025
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Cristales rotos

La memoria histórica es, sin duda, un libro abierto con episodios gloriosos y épicos que nos reafirman en la grandeza del género humano, y otros que relatan algunas de las páginas más tristes y vergonzantes de la humanidad. Digo esto, a colación del aniversario de aquella noche ignominiosa en algunas ciudades centroeuropeas, y que sería un paso más en el preludio de una de las grandes atrocidades que recuerda el mundo moderno. Se la conoce como la Kristallnacht o noche de los cristales rotos que ocurrió el 9 de noviembre de 1938, cuando la población previamente manipulada y enardecida en las ciudades alemanas, austriacas y otras grandes capitales como Praga, fue la protagonista del mal absoluto, donde a la «caza del judío» se quemaron y saquearon miles de negocios, hogares y sinagogas judías, con el asesinato de 96 personas y la detención de casi 30.000 judíos que, días después, fueron enviados a campos de concentración. Inolvidable mi visita a los campos de Dachau junto a Munich y Sachsenhausen junto a Berlín, que te marca para siempre como testigo de la sinrazón y la barbarie humana.

Desde luego que no fue un impulso espontáneo lo que provocó aquella tragedia. El discurso del odio alimentó a una turba nazi contra los judíos en tiempos de paz. Años antes el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán propugnaba que «no puede ser ciudadano, sino quien posee la cualidad de miembro de la comunidad nacional. No puede serlo sino quien tiene sangre alemana, cualquiera que sea su confesión. Ningún judío, consecuentemente, podrá ser miembro de la comunidad nacional». Buscando siempre un enemigo «interno» del sistema sobre el que recaer todos los males. Siempre la misma estrategia. Otro preludio fue la noche del 10 de mayo de 1933 con la gran hoguera de miles de libros quemados en la Bebelplatz junto a la Opera de Berlín y la Universidad Humboldt, dejando claro que al pensamiento único le sobran los intelectuales, la prensa libre, la verdad y las libertades. ¿Les suena a actualidad?. Después, el boicot a los productos judíos y las leyes de Núremberg donde los ciudadanos alemanes de origen judío quedaron reducidos a la condición de parias en su propio país con toda clase de prohibiciones. Tras lo que llegarían los guetos y la «solución final», ante la pasividad y complicidad de una sociedad muy culta, inoculada por el veneno del odio y el populismo. Donde ayer se quemaban libros e ideas, se terminaron quemando personas.

Pasados los de años de transición política, el sacrificio y el esfuerzo de reencuentros que dieron lugar al periodo de mayor prosperidad y libertad de nuestra historia, de construir puentes para la convivencia, hoy vamos levantando muros, señalando al diferente, excluyendo a quien tiene otras ideas o religiones, justificando con mentiras y bulos nuestra discriminación en un ambiente poco respirable. Como señalaba el pastor protestante alemán Martin Niemöller, autor del poema atribuido a Bertolt Bretch, primero vinieron a por los sindicalistas, luego a por los comunistas, los homosexuales, los judíos, los pobres, los extranjeros, los gitanos, los que piensan distinto, pero yo no dije nada porque no lo era…y cuando vinieron a por mí, ya era demasiado tarde. La lucha por las libertades y contra la intolerancia es una tarea de todos donde no podemos bajar la guardia. Ojalá la memoria histórica nos sirva para que estos crueles episodios que ahora recordamos, no vuelvan nunca más a escribirse.

*Abogado y mediador

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