Fachada de la sede de BBVA, en Madrid. / EUROPA PRESS
En la vasta sabana del ecosistema bancario hispano -que diría con énfasis nuestro Félix Rodríguez de la Fuente- los grandes depredadores no descansan. En la llanura cruel de las fusiones y adquisiciones, el poderoso BBVA, lobo alfa curtido en mil cacerías, acecha, con sus edificios de quince o veinte plantas repartidos por allá y por acullá. Su mirada, fija en una presa concreta: el ágil, aunque más pequeño y sabroso Sabadell, herbívoro de nervio rápido, acostumbrado a sobrevivir entre maleza y espinas.
El BBVA avanza con zancada firme, los colmillos reluciendo bajo el sol bursátil de la mañana azul. No esperen un ataque impulsivo: se trata de un canibalismo territorial, de un intento de devorar a un congénere para apropiarse de su espacio y de sus pastos financieros. Pero el Sabadell, lejos de rendirse ante el tamaño, recurre a una estrategia extrema, casi desesperada: sacrificar parte de sí. Con un gesto que en la naturaleza nos recuerda al del lagarto que abandona su cola para despistar al depredador, arranca de su propio cuerpo una extremidad: una pierna entera, y la lanza, sangrante, hacia otro gran depredador del ecosistema: el Santander. El nuevo olor de sangre caliente confunde al BBVA, que frena su avance, pues no sabe si acudir hacia dónde ha caído la pierna y disputársela peligrosamente al otro gigante o seguir al cojitranco Sabadell, que parece haber ganado velocidad con la pérdida de peso. Los instintos, en el mundo natural, pueden más que la estrategia: el lobo alfa duda, calcula, olfatea, pierde el tiempo y finalmente se detiene aturdido ante la inteligencia del pequeño.
En la periferia de la escena, ajenos al drama del instante, revolotean los carroñeros: los accionistas que esperan su festín. Ellos no cazan, no emboscan: esperan a que la batalla deje despojos. Y cuando la tensión baja y las fauces se relajan, acuden a devorar las sobras, satisfechos con la grasa y la médula que los gigantes han dejado atrás. Así es la ley imperecedera de la selva financiera: donde hay sangre, hay vida; donde hay vida, hay lucha; y donde hay lucha, siempre habrá quien, sin pelear, coma hasta saciarse.